domingo, 5 de septiembre de 2010

The big boss (Karate a muerte en Bangkok) de Lo Wei: Bruce Lee comienza el camino del dragón.











Aunque Lo Wei ha sido uno de los directores más prolíficos del cine de la excolonia, su nombre siempre estará ligado con uno de los mitos más legendarios del cine de acción: Bruce Lee.
Quizá por el hecho de dirigir las dos primeras películas de Lee, The Big boss y Fist of the fury, sus anteriores trabajos han quedado en un letargo sólo recuperado para los fans de la Shaw Brothers y del cine de acción hongkonés., y para el resto no queden más que las consabidas anécdotas de su “tradicional” manera de filmar que contrastaban con las novedosas ideas de un joven Bruce Lee que tenía muy claro el verdadero sentido del espectáculo.
No obstante el bagaje de Lo Wei no debe quedar en saco roto. Comenzó su carrera como actor en el cine de Shangai durante la Segunda Guerra Mundial y alcanzó su estrellato tras trasladarse a Hong Kong en el año 1948.
Tras cimentar su carrera en la Shaw Brohers cambió de productora haciendo de la Golden Haverst el buque insignia de las películas de Bruce Lee. En 1974 fundó su propia compañía, la Lo Wei Films Company con su particular estilo y con la finalidad de encontrar una nueva estrella de acción que ocupase el cetro dejado por Bruce Lee, que no fue otro que Jackie Chan.
Cuando Lo Wei se encontró con Bruce Lee se encontraron dos fórmulas de entender el espectáculo, por un lado la herencia del wuxia de la Shaw Brothres con la secuenciación de las rígidas escenas de estudio, frente a la espontaneidad y a la movilidad de Lee en las escenas de acción.
The Big boss fue el primer pulso entre ambos. Si bien Lo Wei, aceptó algunas innovaciones todavía pesa en esta película su huella, otra cosa bien distinta
fue su segunda colaboración con Lee (Fist of the fury) en donde su enfrentamiento fue mucho más directo y sus caminos tomaron dos direcciones.



La primera película de Bruce Lee sentó las bases iconográficas de su leyenda. El héroe solitario que llegaba de Hong Kong, que por otra parte era una figura heredada del wuxia de los años sesenta, se movía entre los convencionalismo propios de ese cine (como ejemplo de la fraternidad, las ansias de justa venganza, la procedencia humilde, o el posible final trágico) y las nuevas coordenadas del héroe moderno que combina una acción “realista” fusionada con la filosofía de las artes marciales.
Lee encarnaba a Cheng Chao-An, un joven chino que llegaba a Tailandia para vivir con sus primos. Lo que en un principio se nos presentaba como una convivencia tranquila se irá complicando en la medida que Chao-An comprenderá que el puesto que acepta en una fábrica de hielo, no es otra cosa que una tapadera para el tráfico de droga.
Cuando uno de sus primos desaparece de forma sospechosa el joven Lee aceptará que es el momento de entrar en la lucha y romper el pacto hecho a su madre de no usar sus artes marciales en las peleas.

The Big boss es un ejemplo perfecto para ver la evolución de las escenas de acción en la historia del cine hongkonés, y para subrayar como Lee incrementa la leyenda del héroe solitario que se enfrenta a las injusticias. Su propio tío al comienzo de la película le anuncia: “Nadie dará la cara por ti, estás completamente sólo…”.
Pero el progreso de las escenas de acción en el cine de la excolonia quizá sea lo más característico de esta película, pues el enfrentamiento al que antes hacíamos alusión entre Lo Wei y Bruce Lee tiene dos tiempos muy claros en el metraje: por un lado, las luchas anteriores al momento en el que Lee decide luchar y por otro, las escenas con Bruce Lee metido ya en faena.
En las primeras Lo Wei abusa del conocido trampolín, a la hora de rodarlas, convirtiendo la lucha y las caídas en una fusión sin ritmo y carente de naturalidad. Parece como si las peleas estuvieran planificadas en una cadena de montaje y estuviesen desprovistas de la garra y la tensión necesarias. Mientras que en las segundas Lee pone su mirada llena de furia, de su garganta comienzan a encadenarse una serie de gritos guturales, parecidos al sonido de los felinos, y sus coreografía se impregnan de realismo y naturalidad sin perder un ápice de espectacularidad.
En definitiva el espectados asiste al nacimiento de un héroe, es decir a la transformación de un chico simple en un verdadero luchador, (elemento común en la mayoría de sus películas).

No obstante, y Bruce Lee era consciente, The big boss responde a los patrones de un cine comercial y de fácil consumo en donde la acción ocultaba cualquier intento de hacer un guión profundo y lleno de matices. Pero lo que sí también tenía muy claro Lee es que una película de Kung-fú tenía que ser realista con una técnica lo más depurada posible, donde cada escena de lucha estuviese justificada y donde el derramamiento de sangre sirviese a un fin justo.

Por otro lado en The big boss Lee esboza una de las constantes en su filmografía: un cierto contenido nacionalista camuflado en ese héroe solitario que se enfrenta a un enemigo extranjero. En esta ocasión el capataz de la fábrica es tailandés, pero en futuras cintas este aspecto adquiere mayor relevancia (como en The fist of fury que se enfrenta al poder nipón, o los gansters italianos en The way of the dragon), y en todas ellas Lee demuestra la efectividad de las artes marciales chinas con respecto a las demás técnicas.

En definitiva Bruce Lee no necesitaba trucos de cámara para demostrar que era el mejor luchador, por mucho que la escuela tradicional de Lo Wei se empeñase en demostrar lo contrario.







Si me lo permiten esta entrada está dedicada a la revista Bruce Lee Manía. Ya era hora que este blog analizase a una actor y una filosofía tan “pasional” como la de Bruce Lee.

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