lunes, 8 de noviembre de 2010

Battle of wits de Jacob Cheung: donde los guerreros no vuelan y las batallas son a ras del suelo.
























Uno de los directores que más ha comulgado con el realismo, tanto en la forma como en el fondo, ha sido Jacob Cheung que bajo el manto de la Segunda Ola del cine hongkonés y arropado por una mirada sincera y no exenta de humanismo, ha sabido dotar a sus historias de un toque social a medio camino entre la reflexión y la denuncia. Su película Cageman(http://hongkongpasion.blogspot.com/2009/08/cageman-de-jacob-cheung-la-voz-del.html), ya comentada en este blog, responde muy bien a esos intereses. Pero si con frecuencia Cheung ha dirigido el objetivo hacia su realidad más circundante, en su última película, Battle of witts, un sobrio drama épico, ha puestos sus miras en el cine histórico que tan de moda pusieron en su momento Zhang Yimou con El secreto de la flor dorada, o Tsui Hark con Siete espadas.
No obstante la película de Cheung es la antítesis de esos dramas donde el virtuosismo visual (El secreto de la flor dorada), o la estética más descanada (Siete espadas), ya que Cheung apuesta por una puesta en escena sin florituras donde el guerrero “sufre” la guerra y sus consecuencias.
Jacob Cheung se aleja de cualquier tipo de escapismo para adentrarse en los estragos de la guerra y Battle of wits nos propone un análisis de la contienda bajo la coordinación defensiva, pero también bajo el pragmatismo y la fatalidad.


La historia de Battle of wits se sitúa en el período denominado de los “Reinos combatientes” entre los años 475-221 a.c. En esta época China estaba dividida en multitud de estados tratando de invadirse unos a otros. Antes de la unificación llevada a cabo por Qin Shin (El Primer emperador de China) las conquistas y las guerras configuraban el mapa estratégico de este vasto país.
Y es en este contexto donde la ciudad-estado de Liang se encuentra amenazada por el ansia de conquista del reino de Zhao. La ciudad amurallada de Liang sólo cuenta con un número reducido de soldados frente al extenso ejército del vecino Zhao, por ello pide ayuda a la tribu Mozi para que le envíen ayuda, y ante sus murallas se presentará un único hombre Ge Li (un Andy Lau sobrio y carismático) que seguidor de la filosofía Mozi basada en los principios del amor universal y la rectitud moral, guiará a la ciudad ante la cruel batalla con los invasores.

La filosofia Mozi, encarnada por el guerrero que viene a socorrer a la ciudad-estado, le sirve a su director para anunciar un alegato universal y pacifista ante los horrores de la guerra. Battle of wits reflexiona sobre la necesidad de defensa pero también subraya los debates éticos entorno a la lucha. Ge Li es estratega y arenga a la ciudad a defenderse ante el ataque del enemigo, pero también es recto, humilde y justo. Rechaza dormir entre sábanas de seda y prefiere descansar en los establos, no acepta la injusticia y viste con una simple túnica. Su carisma es tal que consigue una primera retirada del ejército rival y, paradójicamente, hace que el monarca de Liang recele de su poder. El hecho de que Ge Li se vea relegado por los celos del monarca expone los peligros del mal gobierno del monarca y la corrupción en la política que, a su vez, empaña cualquier legítima defensa del territorio.

Pero por encima de todo, aún a pesar de justificar la contienda el mensaje que prevalece en las palabras del guerrero Mozi es el del amor universal: “la guerra es dañina y los personajes que las dirigen responden a intereses particulares”. ¿Estamos por tanto ante un idealismo épico? ¿tanto ha querido alejarse Jacob Cheung de los dramas históricos de Zhang Yimou que ha apostado por un realismo “idílico”?, ¿ un guerrero que predica el amor universal como único camino hacia la paz?. Quizá el fondo se pierda en ecos pacíficos y la historia carezca de la emoción necesaria aún a pesar de implantarse bajo los cánones del realismo, pero en la forma es donde Cheung adquiere toda su credibilidad.
El director no cree en los dramas históricos con guerreros voladores en bosques de bambú que se valen de los famosos cables del cine hongkonés para poder volar. Los cuerpo a cuerpo no se proyectan en el aire, sino que las batallas de Cheung se rocían con el polvo del suelo, la tierra es campo de sudor y sangre.

No obstante la acción de la primera parte se transforma en diálogo en una segunda, tras la retirada de las tropas de Zhao. Y es aquí donde las piezas empiezan a no casar y el espectador de nuevo se pregunta ¿un pacifista convertido en estratega? Y donde los debates entorno a la batalla y sus repercusiones quedan enunciados pero no resueltos. Al pacifista se le destierra y se le dibuja un destino fatal y la guerra continua en vigencia a través de los siglos con sus estragos, con guerreros que dan su vida por causas justas o injustas y con gobernantes que tan sólo velan por sus intereses. Un realismo descarnado del que Jacob Cheung hace gala en todas sus películas.

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