domingo, 11 de julio de 2010

Fire of conscience de Dante Lam: “…Todos tenemos una plaga en nuestro interior, un fuego de dragón…”










La fama de Dante Lam como director minucioso y artesanal está sobradamente alimentada en base a sus películas. Acompañado, muchas veces por su gran amigo y colega Gordon Chan, el cine noir hongkonés se ha visto enriquecido por la fórmula mágica, y efectista, que combina entretenimiento, acción y suspense. No obstante, en ocasiones, Lam ejerce su buen hacer en solitario sin olvidar sus máximas creativas y se deja escoltar por guionistas tan solventes como Jack Ng.
Con su última película Fire of conscience ahonda, desde su particular perspectiva, en la naturaleza humana. Al igual que en su anterior éxito Beast Stalker, sus personajes se muestran atormentados por las consecuencias del pasado, y la culpa les hace moverse en su mundo bajo las coordenadas de la depresión o de la ambición.
Dante Lam maneja muy bien la acción, se mueve a gusto en el suspense y anhela retratar los bajos fondos de la naturaleza humana, aunque en sus películas, muchas veces, la acción puede más que la reflexión.

Fire of conscienece es un muy buen ejemplo del actual cine negro hongkonés. Un arranque efectista que preludia una historia compleja, con caminos imbricados, que nos barrunta una historia de policías alejada del maniqueísmo convencional.
Quizá de entre todos estos requisitos, el arranque efectista, es que mejor se desarrolle en esta cinta de acción. Un sorprendente inicio compuesto de planos congelados, compuestos por supuestas imágenes inconexas en blanco negro, nos presentan una historia de policías corruptos y atormentados con algunos ecos lejanos de Infernal Affairs.

En esta concatenación de imágenes el espectador se sitúa en una paisaje urbano de las calles de Hong Kong donde un policía es asesinado, donde la policía recrea una exitosa redada de drogas, en una escena en la que una prostituta tiene relaciones con un cliente, y por último, en el robo de un teléfono móvil en una cafetería.
Planos fijos que, a la manera de piezas, sustentarán el puzzle que deber construir el espectador.

A partir de este momento, el guión se centra en la labor conjunta de dos policías: Manfred (con un Leon Lai que, una vez más, demuestra que no está hecho para los personajes atormentados) y Kee (interpretado por Richie Jen, que consigue dotar al personaje de toda la ambigüedad que le exige su papel).
Manfred es un policía de calle que vive afligido por la muerte de su mujer, pues aún a pesar de enfrentarse con su día a día, sólo vive para atrapar a su asesino. Por su parte Kee es un policía de carrera, que sus ambiciones personales le colocan en la causa y efecto de las acciones más intrigantes y corruptibles.
Cada policía se ha rodeado de una atmósfera asfixiante que, o bien ha heredado, o bien se ha fabricado. Un tercer personaje, un pobre diablo que sirve como cobaya para la red de ladrones, será la conciencia que ponga la humanidad en este entramado de fuego y balas, al afirmar entre creíbles lágrimas que “él no es un ladrón”. Lam construye un entramado, bien narrado, donde el efectismo y la espectacularidad ensombrecen cualquier reflexión sobre la naturaleza humana. El final, cercano a los postulados históricos del cine de la excolonia, que nos narra el duelo entre el policía no corrupto y el corrupto, sólo se matiza una vez que se despliega todo el juego balístico y pirotécnico. Parece como si Lam se acordarse del fuego interno de sus protagonistas y pasase a explicar sus propósitos. Por ello, la voz en off del personaje de Leon Lai, apela a la similitud entre Manfred y Kee: “…todos tenemos una plaga, un fuego de dragón, y no sabemos cuando puede explotar…”.
El enfrentamiento de los fantasmas personales puede converger en muchas vías. En el caso de Manfred desemboca en la desesperanza y el tormento, en el de Kee en la ambición, y en el de Xiao Rong (el conejo de indias de la banda de ladrones) ha estado toda su vida ligado a la supervivencia.

De nuevo Hong Kong, como en la mayoría de sus producciones, es un personaje más en la historia. Sus encuadres, sus tranvías, sus escenas rodadas a ras del suelo, y sobre todo su historia y su idiosincrasia. No en vano el título de la película en chino se traduce como “Dragón de fuego” y hace alusión a la fiesta anual en Tai Hang en donde un dragón hecho de incienso ayuda a liberar al vecindario de las distintas plagas.
Esas plagas que encontramos en lo más profundo de los personajes y que canaliza su salida en función de sus actos y sus pensamientos.. Dante Lam crea una historia compleja pero muy bien narrada, en la que es fiel al mejor cine negro de la excolonia, y presenta de una forma realista a la actual policía hongkonesa. Aunque sus ambiciones reflexivas se pierdan al insinuarnos unas plagas internas, en pos del efectismo y del entretenimiento.

3 comentarios:

Chris W. Gray dijo...

¿Sabes, Nuria? Esta peli me dejó un poco frío. Creo que es porque se repite una vez más -otra vez, vaya- el patrón de infiltrados, honor, lealtad... y mira que todo eso me llama, pero hay algo que hace que no me acabe de meter dentro.

Richie Jen -al que no comocía, creo- me ha parecido soberbio en su papel, y tienes razón con lo de que la secuencia inicial es increíble... pero para mi, se desinfla un poquito, aunque la historia del "conejillo de indias" le da un punto más de tensión, y el personaje de Blade también me gustó bastante.

Aún así, no he podido dejar de pensar en que es la típica peli de polis haciendo doble juego, y las tomas de los cielos me han recordado infinito a Protege...

nuria dijo...

Es verdad, por eso decía que el efectismo le quita espacio a la reflexión.
Creo que a esta película le pasa lo que a muchas del cine de acción, muy narrada - espectacular a veces- pero sin alma, ¿no crees?

Chris W. Gray dijo...

Si, puede ser justo eso que dices. Los personajes lo tienen todo para ser algo más... pero al final quedan un poco planos, lo cual deja hace que en vez de ser cine noir hk se convierta en una mera peli de acción.

De todos modos, Dante Lam ha hecho muy buenas pelis, quizá sólo sea un "traspiés."

¡Un saludo!