domingo, 29 de mayo de 2011

Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos de Zhang Yimou: lo absurdo y repetitivo de la vida
















Muchas veces un director se ve aprisionado por el peso de su historia. Su pasado fílmico puede ser un hándicap negativo que no le permita avanzar o por el contrario se puede convertir en una losa que sirva como única medida de su obra.
A estas alturas de la película, sobre todo por el nombre alcanzado tras realización televisiva de los juegos olímpicos de Beijing, Zhang Yimou está por encima del bien y del mal.
La etiqueta que historiadores y críticos le han puesto a su primera etapa denominada “Quinta Generación del cine chino” no ha sido sustituída por otra que nos acerque a una evolución de su obra. ¿O quizá sí? ¿Distinguimos la obra fílmica de Zhang Yimou bajo los conceptos de plasticidad desmedida, minucioso detallismo visual, o wuxias sin sustancia?
Ni Zhang Yimou se ha olvidado totalmente de sus primeros pasos en esa pseudoapertura de la Quinta generación del cine chino, ni es tan banal su reciente filmografía.
Sin ir más lejos su, hasta la fecha, última película es un capricho suyo adherido a sus marcas de identidad pero no tan sólo visuales sino también temáticas.
Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos recoge parcialmente los ecos de la primera película de los Hermanos Coen (Sangre fácil) y los traslada a su folcklore natural a su idiosincracia en una combinación, a veces no muy redonda, entre el drama y el irónico humor chino.


Zhang Yimou es uno de los cineastas más interesantes del panorama artístico de la China continental. Sus desgarradores dramas de su etapa inicial se apoyaban en mujeres indefensas que convivían con la opresión de un régimen conservador y machista (Sorgo rojo, La linterna roja). Luego muchos le tildaron de pasarse al carro del cine comercial y del wuxia vacío de contenido (La casa de las dagas voladoras, El secreto de la flor dorada), y entre medias iba realizando películas que él deseaba proyectar.
¿Pero está tan alejado ese primer Zhang Yimou del actual?, ¿ se ha desvinculado tanto de sus orígenes?, ¿toda su obra se ha tamizado y queda camuflada bajo el tapiz del virtuosismo artístico y contemplativo?

Desde mi punto de vista quedan muchas huellas de ese primer Yimou en si cine actual. ¿Acaso no hallamos en esta su última película – Una mujer una pistola y una tienda de fideos chinos- esa arraigada nostalgia que Zhang siento por lo rural? ¿Acaso no esta película un perfecto puzzle entre sus primeros dramas rurales, donde la mujer siente y padece, y los wuxias de tremendo colorido que hundía sus temáticas en las historias de antaño?
Centrándonos en la heroína de la película, la mujer del dueño de la cantina que se encuentra perdida en mitad de un paisaje montañoso, es un fiel reflejo del destino fatal de la mujer impuesto por el hombre. Pero, como nos tiene acostumbrado Zhang, no estamos ante una protagonista débil y miedosa sino ante una mujer fuerte que al adquirir una pistola desencadena toda el drama de la historia.

Los personajes, a su vez, son sufridores del despotismo de su amo. Y como en un intento de fusionarlo con su etapa más comercial ,Zhang introduce dos elementos propios de su cultura: el humor grotesco, propio de la comedia china, que se transforma muy pronto en suspense y drama, y la clara inclinación estética y actoral de la ópera clásica china conocida como “San Cha Kou", donde – en palabras del propio Zhang Yimou- “…todos los personajes están confinados en el mismo espacio, cada uno intercambia su papel con el otro y vuelve a cometer las mismas equivocaciones, dejando al desnudo lo absurdo de la vida, algo fuera de nuestro control…”
Por eso lo que parecen historial banales, en este director, van mucho allá. ¿No esta película un alegato a lo absurdo del destino?, ¿ no es una demostración que las armas pueden acabar con el despotismo con el riesgo de perder tu identidad por el camino?
O incluso, y volviendo a otros ejemplos, ¿Por qué no podemos ver en el final de El secreto de la Flor dorada una clara metáfora de la violenta masacre de la Plaza de Tiannamen?
Zhan Yimou es el mismo, sólo cambia el amor al cine en los distintos momentos de la vida. ¡Claro que encontramos un alarde estilístico para ganarse al público occidental!, inclusive en Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos los hallamos pero…qué tiene eso de malo. Muchas veces hay que bucear para ver el fondo y Yimou en experto en ello.

No obstante la película no es una de sus obras más redondas, simplemente es un capricho, con las señas de la casa, producido por el entusiasmo de la primera película de los Coen (Sangre fácil) Una historia que se mueve entre demasiados géneros y que quizá no consiga medir el ritmo de la comedia entre tanto suspense y tanto drama.
Una antojo al gusto de los fans de Yimou y de difícil consumición para el público occidental.

sábado, 23 de abril de 2011

Assembly de Feng Xiaogang: El rey de la taquilla china apuesta por el toque de corneta




















Por mucho que Feng Xiaogang quiera cambiar de registro su cine siempre va a estar vinculado con las películas de año nuevo, esas comedias ligeras y taquilleras nacidas por y para atraer al público que festeja el año nuevo chino (entre diciembre y febrero). Un género con todas las connotaciones de la palabra que recibe el nombre de Hesui Pian donde el humor, la ironía y el romanticismo forman el cóctel perfecto para el espectador.
Aún así es indiscutible que con su último largometraje, Assembly, ha querido alejarse de esos convencionalismos y se ha zambullido de lleno en una película de ambientación bélica como en su día quiso probar el wuxia más contemporáneo (The Blanquet) o el melodrama más impactante ( Aftershock)
Lo cierto es que al rey de la taquilla china le falta el reconocimiento en el exterior, y sabedor de esta laguna va virando su filmografía hasta dar con la varita de oro que en su hallaron los Chan Kaige, Zhang Yimou o Jia Zhangke: “afortunadamente vivo en un país grande, con una población enorme- nos dice- porque sino yo estaría realmente frustrado”.
¿Quizá por ello, en ese intento de dar el salto al mercado occidental, se haya comparado tanto a su Assambley con la americana Salvar al soldado Ryan? A Feng siempre le gusta agradar a su espectador y, tenga ecos Spilbergianos o no, lo cierto es en su drama bélico busco una historia dramática perfectamente ejecutada con gran acogida de sus paisanos.


Assembly abre con unas potentes y cruentas imágenes de guerra civil china que su tuvo su etapa más intensa en plena década de los años cuarenta. Feng se centra en un batallón comunista enfrentado al bando Nacional y se recrea en las muertes, en las heridas de mortero, en el dolor, con un ritmo lento y visceral propio del que desea diseccionar las imágenes más realistas de una guerra.

La película consta de dos partes muy bien diferenciadas. La primera comprendería la camaradería y la amistad de sus hombres y su posterior desaparición en la batalla, y la seguna las vivencias de Gu en otras guerras que desea devolver el honor a su batallón desaparecido.

En ese primer segmento vemos al escuadrón liderado por el capitán Gu al frente de la IX Compañía. Gu se nos presenta como una figura recta que se encuentra en medio de la ferocidad de la guerra, por ello vemos como lucha con garra por defender a sus hombres, pero al mismo tiempo decide matar a sus prisiones olvidando los códigos y las leyes de la guerra.
La justicia militar encarcela al capitán destinándole, más tarde, a él y a sus hombres a un destino prácticamente suicida. Su compañía es enviada a salvaguardar una mina y sólo deberá volver cuando oigan el toque de corneta, es decir cuando llamen a “Asamblea”.
La merma de la guerra hará mella en la valentía y en las fuerzas de sus hombres y todos creerán oír esa corneta, todos menos su capitán que les obliga a quedarse allí a una muerte segura.

La segunda parte nos narra las vivencias del capitán Gu en la búsqueda del honor de su escuadrón desaparecido. Gu ha sido el único superviviente y parece que necesita de la guerra para poder vivir. Por ello se alista en la Guerra de Corea con el anhelo de seguir en la búsqueda de su compañía sepultada.

En la exposición de Feng también se ven claramente dos partes o dos caminos a seguir. Por un lado en la primera parte las escenas de guerra adquieren un protagonismo técnico, con un minucioso montaje y un rodaje cercano y cruento. La guerra aparece ante el espectador mediante secuencias impactantes, poco habituales en el cine chino, pero no como una causa justificada, no como un hecho necesario para justificar las proclamas del bando ganador. Aquí la guerra aparece como una causa más del momento histórico y en recae todo el protagonismo es en el ser humano, en el soldado, en el capitán, en el hermano al fin y al cabo.
Feng parece honrar la labor de esas personas anónimas que se vieron implicadas en una guerra sin importar en que bando se encontraban.

Y será en la segunda parte cuando el director despliegue su humanismo antibelicista edulcorado con el beneplácito del gobierno chino. Una segunda parte más reflexiva, acorde con la veteranía del capitán moviéndose entre los acordes, con una exposición que no cae en la exageración ni en panfleto, de la ideología comunista.

Feng habla de esos hombres anónimos que dejaron sus vidas en la guerra civil simplemente por les tocó en suerte. Vidas truncadas por el fusil ¿Desaparecidos o héroes? Las mismas gotas de agua de un mar que dejaron su vida en la batalla.

domingo, 20 de marzo de 2011

Portland Street Blues de Raymond Yip: una mujer en un mundo de hombres












El impulso de Young and Dangerous (véasé http://hongkongpasion.blogspot.com/2010/12/young-and-dangerous-de-andrew-lau-la.html ) en el panorama cinematográfico hongkonés fue tal que bien desde la alabanza o por el mero hecho de aprovechar el mercado, creó una auténtica escuela en la que fueron sucediéndose una cadena de secuelas que en gran medida revitalizaron, para el gran público, un género tan local como el cine de tríadas en la década de los noventa.
Así que no nos sorprende que cuando el filón de Young and dangerous llegó a su fin, sólo hay que recordar a Ugly Kawn http://hongkongpasion.blogspot.com/2009/08/once-upon-time-in-triad-society-de-cha.html,otro spin off glorioso pero inserto en esa línea se secuela ávida de aprovechar el tirón de un carro que ya estaba dando los último impulsos, que el último intento se centrase en el desarrollo de la mujer como parte activa dentro de la tríada.
Nos referimos a Portland Street Blues, película de finales de década (1997) donde la mujer, toma el revelo de los jóvenes muchachos triadescos. La protagonista, Trece, es un personaje que aparece en la cuarta y quinta entrega de la saga de Young and Dangerous donde era una rareza que ésta se inmiscuyese en un mundo de hombres. Pero una mujer que está dotada con las mismas armas que los hombres.
Raymond Yip, conocido por sus trabajos serios pero con ese punto comercial ( Anna in kung fu land, Strom Riders, o My dream girl...), toma las riendas de esta película, que sin embargo, no deja de ser una secuela. Yip se embarcó en un género hecho a la medida de un nuevo público que quiso romper con las férreas marcas del heroic Bloodshed de la década pasada.



Protagonizada por Sandra Ng, una de las actrices más completas, del panorama hongkonés, la historia nos cuenta la supervivencia de una mujer (llamada Trece) en un mundo de hombres como jefa de una banda local. Todos sus colegas piensan que es lesbiana, pero la parte folletinesca de la cinta nos muestra una historia de amores perdidos y una coraza puesta para ser inmune al dolor.

Tras ser traicionada por su mano derecha, Trece recuerda como ha llegado hasta allí. Como las ilusiones de una adolescente espabilada y feliz se vieron truncadas por la decepción y las ganas de superarse en una realidad en la que los hombres dominan las reglas.
Trece es, sencillamente, una superviviente. Acorazada con un halo de la seriedad pero delata por el dolor de su mirada, no quiere representar el anhelo del poder porque no es tan ambiciosa, ni tampoco concuerda con los caprichos histriónico como puede ser el reflejo del mencionado Ugly Kwan.

En el personaje de Trece no hay conflictos en torno al deber y la fraternidad de los hermanos, Trece simplemente es una mujer que está sola y se enfrenta a su mundo en completa soledad.
Y Sandra Ng es pieza clave en todo este engranaje, pues su medida interpretación nos predispone a entender ese paso que da entre la melancolía de sus recuerdos y la dureza de los mismos como proyección de su día a día en la tríada.

La historia gira entorno a varios flashbacks que relacionan a la heroína con las personas más importantes de su vida: dos hombres: su padre y su gran amor; y una mujer, su única amiga enamorada de Trece.
Sandra Ng sabe dotar muy bien a su personaje de ingenuidad y chispa necesarias en esas partes de la película compuestas por recuerdos, y ubicarla en las trepidantes calles de Hong Kong donde las mafias tienen sus reinos. Y por otro lado Ng desarrolla a la perfección la determinación del carácter, necesario en su personaje, para que Trece sea aceptada como uno más y se mueva bajo los convencionalismos de la tríada que dibuja Yip a la sombra de la compuesta por Andrew Lau en Young and dangerous.


Trece, como adolescente, no es consciente del aprisionamiento en el mundo en el que vive, y como mujer madura que domina ese mundo no puede salir de él. Honh Kong aparece como una isla y los negocios son los tesoros, pero de esa isla Trece no puede salir, sus pasos ya se han adentrado demasiado y sus recuerdos, al quedarse en emociones del pasado, no le sirven para transformar el presente ni modelar un nuevo futuro.
En un momento ella misma comenta:
“…Nacimos para vivir aquí, ¿dónde podríamos ir?...”
Esta es la misma jaula que sienten los chicos de Young and dangerous pero el glamour, sus desafíos y las ganas de tomar la vida tal como les viene, camuflan el dolor que experimenta Trece.
Trece no se ve angustiada por no ser aceptada, es más para el resto es un miembro más, sino por el dolor de sus ilusiones perdidas.

Porland Street Blues es un intento de ir más allá de la secuela, es una mirada a medio camino entre la aportación psicológica del personaje y la historia folletinesca . Pero la cinta funcionó porque Raymond Yip era y es un buen director comercial y, sobre todo, porque Sandra Ng es una de las mejores actrices a la hora de matizar y exteriorizar las emociones.
Una saga que marcó época y tendencias que, hoy en día, siguen vigentes.

domingo, 6 de marzo de 2011

Walking on the wild side de Han Jie: Un realismo opresivo en la China postsocialista.






Los trabajos de Han Jie han estado ligados con documental y al cine más independiente de la China contemporánea. Su mirada realista y sin concesiones llamó la atención de uno de los nombres más importantes a la hora de hablar de la sexta generación China en particular o del cine más personal en general: Jia Zingké.
Zingké vio potencial para hacer un largometraje y le gusto la idea que Han jie le puso sobre el tapete. Un cine realista, crudo, opresivo, pero lleno de testimonios en primera persona. El propio Jie nació en esa región y sabía muy bien lo que quería contar.
Jie se está haciendo con un hueco en su cinematografía con derecho propio y le apuntamos como uno de las más interesantes carreras a seguir. El fresco que nos ofrece sobre una pandilla de jóvenes en la China postscialista es desolador, pero al mismo tiempo es un paisaje y un marco muy común en China, y se agradecen las voces que se alzan para mostralo.


Tres amigos en un estado de semidelincuencia terminan la escuela y se sitúan frente a su anhelada libertad, una libertad recién adquirida que se mezcla con su ambigua ética. No pueden avanzar porque la sociedad en la que viven les corta las alas. Sus dioses son el dinero y la captura de cada momento de vida, por ello toman la delincuencia como el único camino que les separa del destino duro y opresor que han tenido sus padres.

Han Jie expone la realidad que él muy bien conoce, son sus propias experiencias. Inclusive su alter ego se centra en su personaje protagonista que también se llama Han Jie. Ubica su historia en su localidad natal, en Shanxi, situada en el noroeste de China donde las minas de carbón proliferaron en la década de los noventa. Ese carbón que pinta un paisaje de tonos grises e implanta en su aire una bruma de polución y depresión. Un negro carbón que quizá sea la causa para abrir la película con unos tonos en blanco y negro, anhelantes del color, y cuando éste llega el espectador sigue aprisionado en esa misma realidad parda y asfixiante.

La juventud en esta textura sólo puede pelearse, convivir con el delito, y ambicionar unos tonos soleados que nunca llegan. Por ello estos tres jóvenes viven al límite, disfrutan de su naturaleza salvaje y experimentan la venganza por sus acciones. Desde este momento la película se convierte en una road-movie de huída atravesando sus paisajes más desoladores y contemporáneos.
Y todo inmerso en un verismo tal,que nos sorprende por su crudeza y su acritud. El hecho de contar con actores no profesionales que están sumergidos en esa realidad, sin lugar a dudas, ha ayudado a que la realidad se incorpore plenamente con la ficción. Estos actores consiguen con la expresión de sus rostros y con sus actitudes hacer convincente la única realidad que conocen. Un marco impuesto por los desgastes de una China postsocialista en donde proliferan los paisajes a medio camino entre la modernidad y la tradición, y dónde el individuo se encuentra en una especie nomadismo errante sin encontrar una luz.

Y hablando de la tradición, ¿dónde se encuentran en Walking on the wild side, los valores como la ya citada tradición, o la familia?, parecen desaparecidos. ¿En que lugar se han quedado en la sociedad china contemporánea?, ¿qué tiene que decir el núcleo familiar ante tal agresión?.
Viendo el film de Hia Jie tanto la tradición como la familia parecen haber perdido el control social. Los ejemplos que nos pone el director son muy significativos: como se priman los institutos sexuales aún a pesar del llanto desconsolado del bebe que solicita su comida, o el episodio de violencia en la escuela con los niños como espectadores es tremendamente desolador.

Jie acentúa esa visión sombría de la realidad, de su actual Shanxio y de la China contemporánea, y al mismo tiempo se preocupa por denuncia el modo de vida minero con sus constantes muertes y lágrimas.
Jie consigue que el espectador se sumerja en sus imágenes de violencia, de dolor, de incertidumbre, de depresión, de opacidad….y nos sorprende con una realidad de la que él fue testigo en primera persona.

domingo, 13 de febrero de 2011

Women de Stanley Kwan: más allá del punto de vista masculino







Uno de los directores hongkoneses más valientes a la hora de abordar sus temáticas ha sido, sin lugar a dudas Stanley. Películas como Lan Yu, Rouge, o Red whire…. Han demostrado, y demuestra que los sentimientos y las ganas de implicarse en las emociones van más allá que los férreos tabúes o los convencionalismos sociales.
Kawn pone el acento en personajes socialmente creíbles aún a pesar de situarlos en los márgenes de las emociones. En Women, su primera película, la mirada de la mujer cobra protagonismo en un mundo dominado por las expectativas y las costumbres de los hombres.
Los aires de la Nueva Ola del cine hongkonés venían sobrevolando fuerte y Kwan fue consciente desde los primeros pasos de su carrera que debía realizar un cine personal, aprovechando estos aires de renovación con los ecos de un cine que fuese más allá del punto de vista del hombre.



Stanley Kwan abre su película con la ruptura de un matrimonio que a simple vista se le ve feliz. Pero tras escasas secuencias la mujer es quien pide el divorcio al hombre. ¿Falta de comunicación?, ¿falta de unión?, ¿la mujer se siente excluída en el propio seno de la familia que ha formado? La imagen que nos recoge Kwan es la de una mujer insatisfecha que intenta rehacer su vida.

En este melodrama coral es la mujer quien manda. El marido (un jovencísimo Chow Yun Fat) se situa por detrás de los pasos que va marcando su exmujer, y el niño – como en todo melodrama con el tema de separación- es quien paga la incomprensión y el egoísmo de los padres.
Además la mujer se refugia en las mujeres, bien sea en su madre con la que vuelve a compartir techo, bien en su variopinto grupo de amigas que la apoyan y le instan a que rehaga su vida.
Él tiene un romance con una nueva y “alocada” mujer, ella se refugia en un club de solteronas sin encontrar un punto de inflexión en su vida para poder empezar desde cero.
Pero todos elementos parecen sacados de un cliché de convencionalismo, y como Kwan ha demostrado muchas veces este director va más allá de ellos. Bien es cierto que esta fue su primera película, bien es cierto que se movía con los pasos cautos de un debutante, pero a juzgar por el final de la película no podemos pensar que Kwan lo que en realidad expone es una crítica al estatismo de la mujer.
Una mujer que intenta avanzar pero que siempre encuentra limitaciones, sociales en un primer plano, pero sobre acotaciones personales del propio avance de la mujer.

Y digo esto porque tras pasar la barrera del perdón y tras intentar una nueva vida esa misma mujer entiende que no puede vivir sin su referente masculino y aceptan una farsa en la que el único beneficiario es su hijo. Las palabras finales del film dejan claro la intención de Kwan: es difícil llevar a cabo cambios en una sociedad como la hongkonesa a finales de la década de los ochenta:

“…Trabajaron duro para ser una esposa y un marido modelo pero cayeron en el adulterio…”

Kwan reencuentra a sus protagonistas, inclusive nos anticipa que ambos intentaron lograr ese modelo ideal, pero su vuelta aún a pesar del beneplácito social, ya estaba rota y desgarrada.
Aún a pesar de esta lectura la película no fue bien acogida por una parte de la crítica. La irritación de algunos críticos conllevo a cargar duramente sobre la cinta, aún a pesar de que el modelo masculino ahogase al femenino en su desarrollo. Pero si fue muy aplaudida por la Academia de cine hongkonés otrorgándola 9 nominaciones para sus Hong Kong Film Awards

Las críticas actuales han dado la importancia que se merece a Women, sobretodo por ser la primera película de un director tan interesante como espléndido, al mismo tiempo que se llamaba la atención del germen que pudo dejar en algunos coetáneos tan célebres como Edward Yang y sus conflictos familiares, con Yi-Yi en la mente.

Sin duda Kwan abría el camino para una cautivadora obra, con sus excelentes dotes como narrador y con historias y temáticas que interesaban cada vez más a una sociedad que se situaba en la línea del progreso. Y dónde la mujer se enriquece con el barniz de realidad tan característico de su filmografía.

lunes, 24 de enero de 2011

A mob story de Herman Yau: si estás en el infierno, desaparece la hermandad






Herman Yau es uno de los más activos referentes del cine hongkonés. Su mezcla de acción, existencialismo y Categoría III le hace ser uno de los directores más valientes y frescos de su panorama.
Su gusto por experimentar no aleja de los convencionalismos del género, y sus historias aún con clichés clásicos redefinen muchos de los prototipos con los que habitualmente nos encontramos.
Sus últimas cintas en el cine de acción, On the Edge (http://hongkongpasion.blogspot.com/2008/10/on-edge-de-herman-yau-la-vida-en-tierra.html), Chaos (http://hongkongpasion.blogspot.com/2010/01/chaos-de-herman-yan-un-mundo-donde-no.html)… nos abren una vía experimental que mezcla géneros enmarcados en ambientes tórridos y frustrantes. El infierno, o algo parecido a él, rodea a unos personajes que tienen que aprender a convivir bajo unas reglas extremadamente violentas y alejadas de cualquier relación cotidiana. Todo parece excepciónal en un submundo donde la brutalidad y crudeza marcan la pauta…y A mob story no es la excepción.


Seven es un miembro de tríadas especializado en matar a las grandes cabezas de los clanes. Su sentido práctico de la vida le hace sentir a gusto en un submundo que no conoce ni el pasado ni el futuro.
Tras fallar en una de sus misiones se exilia a Taipei donde se reencuentra con un amigo de la infancia que vive obsesionado por comprar la libertad de una prostituta de quien está enamorado. Seven huye de frenético Hong Kong para introducirse en el contemplativo Taiwán, pero la mafia y sus motivaciones no difieren mucho dentro de ese infierno que Herman Yau representa.

Gran parte del interés de esta película, al mismo tiempo que su gran frustración, es la aproximación de Yau a un nivel existencialista propio de los viven en un submundo con reglas propias y principios de honor y fraternidad como nos muestran muchas cintas de esta temática. Pero en A mob story ese vagar por la tríada se aleja de los principios del Jiang Hu tan vertebrales en la mayoría de películas del cine de tríadas. Aquí la fraternidad y el honor son sustituidos por la puñalada trapera de quien acecha a su amo esperando un descuido. En esta película la hermandad y la amistad de niños se evaporan porque en ese particular infierno que recrea Yau, los personajes se amparan en un destino en el que no creen y la ley de la supervivencia se alza como la bandera del día a día. De ahí que Seven carezca ni sepa de relaciones y que ni siquiera crea en la venganza. Y por último en A mob story la mujer aparece como asesina ejecutora alejándose del cliché convencional de la hegemonía masculina en las películas del género.

A Herman Yau no le importa que el espectador reconozca los convencionalismos del cine de tríadas. Un Mongkok frenético envuelto en sus luces de neón, enmarca las luchas de machetes y las persecuciones entre rivales. Y aunque la hermandad y la fidelidad pasen a un segundo plano los convencionalismos siguen presentes, sólo alterados por la manera de narrar compuestas por saltos, imágenes congeladas, uso del video digital y un empleo metafórico del color.
Lo que realmente le interesa a Yau es dejar bien clara la marca de la casa, es decir, una especie de filosofía existencia ronda a su protagonista que se mueve entre el nihilismo y la frustración, acompasada de una violencia brutal que nos recuerdan sus mejores años en la Categoría III.
Algunas escenas son especialmente atroces más aún cunado, sin ningún tipo de pudor, introduce a una niña que juega tranquilamente en el escenario de una tortura. En este “todo vale” la inocencia de la infancia es eliminada y nos aparece como un elemento que tiene cabida en este infierno teñido de rojo. ¿Si estás en el infierno desaparece la hermandad? ¿Si trabajas en el hades se convive con una violencia bruta y descarnada? ¿Sólo se puede sobrevivir sin principios? Interrogantes valientes a los que Yau se enfrenta sin tener una transfiguración real en su película. ¿por qué?, pues porque quitando las buenas escenas de acción los personajes no están matizados sino sólo dibujados. Los conflictos a los que se enfrentan los personajes son más artificiosos que reales y el gore de su añorada Categoría III a veces aleja de la realidad más que acercarla.
No obstante la labor de Yau por abrir una nueva vía en el cine de acción es loable y si en esta ocasión no le ha salido una película redonda, en otras muchas ocasiones consigue su deseo.

sábado, 15 de enero de 2011

Edge of darkness de Fung Hak On: rudeza y brutalidad en el thriller de los ochenta.





Quizá Fung Hak On sea un desconocido para el espectador occidental, quizá su nombre no suene tanto como Sammo Hung o sus colegas, pero lo cierto es que su nombre y su hacer debe tener un nombre en la historia del cine de la excolonia.
Durante más de dos décadas Hak On fue uno de los actores fetiches en las producciones hongkonesas, acostumbrado a retratar a villanos compaginó sus incursiones como actor con sus labores como director de acción especializándose en las películas de Kung Fu.
Tras “sufrir” un duro pero exitoso entrenamiento en la escuela de la Opera de Pekin, se unió a la mítica productora Shaw Brothers en dónde trabajo como coreógrafo de acción bajo la tutela de Sammo Hung. Más tarde su nombre también se uniría como coreógrafo de acción en las primeras películas de Jacky Chan.
Con este bagaje, dentro de sus incursiones en el thriller policial y de tríadas, una de sus películas más consideradas es Edge of Darkness. Pues aún a pesar de repetir tramas y elementos de la iconografía hongkonesa “triadesca”, es un excelente ejemplo para acercarnos al cine más brutal y directo que ha caracterizado la década de los ochenta.
Violencia, guerras sucias, venganzas, traiciones….en el más puro estilo hongkonés.


Ah Kay es un policía encubierto que ha llegado a ser la mano derecha del jefe de una de las familias más importantes de las tríadas. Su misión sólo es conocida por su jefe el inspector Wong. En un primer momento la tríada sospecha de Ah Kay y le tacha de traidor e informante de la policía pero consigue zafarse de la acusación.
Mientras las deudas de juego del inspector Wong le llevan hasta la desesperación y se encuentra entre las cuerdas presionado por sus usureros y por la ética de su profesión. Wong se transforma en un ser corrupto capaz de vender a su propio hombre camuflado que trabaja a dos bandas entre las oficinas y las triadas, sin importarle deshacerse de los colegas que le molestan.

El guión recoge tópicos del cine de triadas con el añadido del topo infiltrado en la banda mafiosa, pero al situarnos en la década de los ochenta, el thriller de esos momentos reunía una serie de elementos propios de su iconografía. Para empezar el guión es poderoso, construido en base a personajes muy trazados donde la ambigüedad y la misma complejidad de la existencia se interponen entre ellos. No en vano el guionista de Egde of Darkness, Philip Chan, antes de dedicarse a la pluma y a la dirección de películas, trabajaba como policía y convivía con la dura realidad que nos expone esta cinta.
Sus propias experiencias y sus recuerdos son las mejores fuentes en las que se basó a la hora de escribir esta ruda historia.
Los personajes aportan las distintas complejidades que no encontramos en la vida y más en profesiones tan límites como la de policía o como la “profesión” de mafioso. Las motivaciones, las ambiciones desmedidas, la falta de comprensión de los allegados, las traiciones…pasan por la trama a través de giros y con un estilo directo que podemos denominar, incluso, como brutal y rudo.

Además este cóctel se adereza con una muy interpretación de personajes tan míticos en la historia del cine de Hong Kong como Alex Man, perfecto en el papel de inspector corrupto al borde del suicidio, o Chin Siu Ho muy buena réplica como infiltrado de la policía dando la intensidad requerida para la problemática y el desconcierto de su situación. Inclusive John Shum, que en esta cinta deja su habitual papel de cómico para convertirse en un policía profesional y amigo de sus amigos. Y por descontado el mítico Lo Wei que se reservó el papel de jefe de tríada que nos recuerda la historia del cine de la excolonia concentrada en su persona.

En definitiva Edge of Darkness nos acerca a la nostalgia de ese cine de los ochenta donde la brutalidad y la violencia adquieren tal grado de veracidad que el ritmo se acelera consiguiendo la tensión necesaria para el grado de intensidad sea acorde con la realidad de unos personajes trazados por alguien que sabe de lo que está hablando. La cámara en mano de Michael Ma ayuda a conseguir el vértigo necesario propio de la acción intensa.
Como curiosidad esta película es de las pocas que llegaron al mercado español y se encuentra doblada al castellano.