domingo, 19 de octubre de 2008

On the edge de Herman Yau: la vida en tierra de nadie

Han pasado más de ocho años desde el estreno de la extraordinaria Infernal Affairs y aún hoy hablamos de esta película como referente y bisagra a la hora de abordar cualquier estudio sobre el cine negro hongkonés.
Son innumerables las películas realizabas bajo su influjo, algunas de esas secuelas nos han llegado bajo el manto de la parodia (como Unfernal Affairs con su carismático director Wong Jing), otras desde la más certera mimesis ( Color of the loyalty , Color of the truth, Wo Hu.... y podría seguir), y otras han cuestionado esa imitación y han visto Infernal Affairs como un punto de referencia o de inspiración para ahondar en nuevas perspectivas.
El juego de la identificación, las conexiones entre la policía y la mafia, el infiltrado... son elementos que muchas veces se repiten a modo de paquete genérico, pero Herman Yau, director de On the edge, ha demostrado que se puede rastrear el tema del infiltrado al margen de la “moda” impuesta por Infernal Affairs.


Alguna vez me he preguntado ¿qué sería del personaje de Tony Leung en Infernal Affairs, si éste no hubiese muerto de un disparo en la cabeza y cómo hubiese sido su “reinserción”? Herman Yau responde a mis interrogantes con una de sus últimas películas: On the edge (2006) que reflexiona sobre la vuelta a la comisaría de un policía que ha estado años infiltrado en una banda de las tríadas.
La vida después de su misión se nos presenta carente de cualquier esperanza. La depresión, la orfandad, la imposibilidad de pertenecer a un bando u otro, sitúan al protagonista (un cada vez más sólido Nicky Cheung) en un laberinto de recuerdos e ideales que le atormentan hasta hacer de su vida una pesada línea que no está asida a ninguna frontera.

A Herman Yau le interesa, por encima de todo, mostrar la naturaleza depresiva de la vida del infiltrado. El recelo de sus propios compañeros policías y el rechazo de sus antiguos amigos de la tríada. La incomprensión que sufre el protagonista nos transmite una sensación de abandono, al mismo tiempo, que nos hace ver una dura crítica hacia la situación de real de estos hombres. Aparte de sus secuelas psicológicas, el gobierno de Hong Kong – como se refleja en la película- dota al policía de una bonificación de mil dólares y de un piso espartano donde le instan a programar el inicio de una nueva vida. Unas condiciones que cuestionan sus años de sacrificio y que acentúan aún más su falta de identidad.


La complejidad de los hechos, de las palabras y de los pensamientos de los personajes confieren una naturaleza ambigua que planea sobre la realidad de la sociedad hongkonesa. El protagonista ya no mira con los mismos ojos la brutalidad, en ocasiones desmedida, hacia la tríada, ni tampoco comparte las acciones ilícitas de sus antiguos compañeros. Pero ¿dónde se encuentra esa línea entre el bien y el mal?, ¿existen realmente dos bandos en el difícil mundo de los policías y los criminales, o más bien podemos hablar de opciones morales independientes?

El gran acierto de Herman Yau es el de renunciar a la acción para poner el acento en el drama. En On the edge, efectivamente, encontramos poca acción a lo Johnnie To, o a lo Andrew Lau (creador de Infernal Affairs). La tensión tan característica de estos directores se resuelve aquí bajo las coordenadas del drama de una forma eficaz y realista. Una mirada, extremadamente dura, que pocas películas contemporáneas alcanzan, pues el director acierta con un equilibrio perfecto entre las palabras no dichas y los actos desmedidos. Una película que, sin embargo, no es capaz de definir los límites del protagonista pero que los presenta con tal determinación que éste se ahoga en ellos.
Y esto lo consigue Herman Yau al alejarse del thriller más comercial y al dotar a sus personajes de una complejidad tal que les aparta de convencionalismos y moralinas heredadas. Pues recordemos que este director, famoso sobre todo por sus incursiones en la Categoria III (cine para adultos, con películas clasificadas de culto como: Ebola síndrome, o The untold story ) se mueve a gusto entre las imágenes crudas, la reflexión social, y las historias reales que se sitúan en los bordes de su sociedad.

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