domingo, 15 de noviembre de 2009

City of SARS de Steve Cheng: una ciudad sitiada por el virus








Existe un hecho incuestionable en la sociedad hongkonesa, y es que su cultura del ocio se mueve bajo las coordenadas de la popularidad. Al mismo tiempo que es indudable que lo popular y lo comercial se unen en uno de los principios básicos de su cinematografía. Y esto, que en determinadas ocasiones puede empobrecer su panorama y sus motivaciones, en otras puede servir como elemento educativo y propagandístico para su público.
Películas como City of SARS responden a esta iniciativa, aunque más que propagandística, deseen aportar una visión expositiva y tranquilizadora.
Anterior al azote internacional de la Gripe A, los hongkoneses sufrieron uno de los brotes más contagiosos de Gripe aviar. La extensión de la epidemia creó tal estado de alarma que fueron necesario campañas tranquilizadoras, mensajes de gobernantes, y sobre todo anuncios de sus estrellas pop para concienciar a la población del alto riesgo de infección y de sus medidas preventivas.
Steve Cheng, un director acostumbrado a llevar a las pantallas películas de acción sobre todo de tríadas, moviéndose a gusto en los convencionalismos del género, fue el encargado de esta producción que intentó aunar la parte didáctica con el entretenimiento propio del cine comercial.
Los médicos, las enfermeras, los pacientes y los medios de comunicación tomaron el protagonismo para prevenir a una sociedad pesimista que luchaba por volver a la normalidad.



Las siglas SARS se corresponden con los términos: Síndrome Respiratorio Agudo y Severo. Los primeros brotes de la epidemia surgieron el marzo del año 2003. Hong Kong se vio azotada por una de las gripes más mortales y contagiosas de las últimas décadas. Por decir algunos datos: más de 1750 fueron las personas contagiadas y 286 las fallecidas.
Dos años más tarde, en una fase menos intensa de la infección, la ficción tomó el revelo a la realidad para, sin apartarse de ella, hacer llegar a la población un mensaje preventivo al mismo tiempo que optimista y tranquilizador.

Compuesta por tres historias, City of SARS, expone el rápido proceso de contagio. La epidemia tuvo como núcleo propagador uno de los muchos hospitales de su ciudad. A raíz de allí y con una trepidante rapidez la cepa pasó a la comunidad siendo una de las barriadas más afectadas la zona del Amok Garden. A comienzos del año 2003 más de ocho hospitales estaban totalmente involucrados con el SARS.
La película rescata todo el proceso dando mayor protagonismo a su origen, con el hospital como punto de explosión, y a los médicos que lucharon activamente por su solución.

La primera historia se sitúa en ese hospital, que a modo de microuniverso, proyecta todas las preocupaciones, las acciones, e incluso las dudas, de unos médicos que ven como una “atípica neumonía” les desestabiliza de su normalidad. En esta historia cobra protagonismo un joven médico incapaz de asumir su responsabilidad. El miedo al contagio y el deseo de un cambio de destino, contrarrestan con la profesionalidad de una de sus enfermeras que lucha con valentía contra la enfermedad. Como en toda película pseudidáctica que se precie sólo a partir de un efecto-choque, es decir, el médico cae enfermo y será salvado por sus propios compañeros, el cambio de mentalidad será necesario para reforzar sus principios y ser uno de los médicos que más se impliquen en la solución.
Este primer segmento se aproximaba, a su vez, al desconcierto de la población, a las informaciones de los dirigentes, que más ocultaban que informaban, y a los ciudadanos que desconocían la enfermedad y sus medios para evitarla.

En la segunda historia Hong Kong nos aparece como una ciudad sitiada. El virus sale del hospital y la población convive con el pánico de ser contagiado. Las mascarillas pasan a ser un elemento más del paisaje urbano y las personajes que residen en la zona del Amok Garden son rechazadas por el resto de ciudadanos. El gobierno, más concienciado que en la fase inicial del SARS, toma la resolución de evacuar a la barriada y trasladar a sus habitantes a un “campo de cuarentena”. Hasta él llegan una joven vecina que sólo vive para llamar por su móvil a un novio que nunca contesta, y un joven que le da una lección de optimismo y lucha. Que surgiese el amor entre ambos era inevitable al igual que la historia alcanzase tintes del melodrama por la enfermedad de él. No obstante el optimismo del chico era necesario para aliviar la tensión de sus convecinos y el esperado final feliz.

Pero ¿qué faltaba?, si ya se había tratado la responsabilidad médica y lo necesario de su trabajo, si por otro lado la población evacuada vivía a medio camino entre el drama y la alegría, era necesario aliviar el tono de la película con una última historia más cercana a la parodia con un eficiente Eric Stang. La ironía de esta historia demostraba la capacidad que tenía el pueblo hongkonés de reírse de sí mismo. Un empresario ve como sus negocios hosteleros empiezan a cerrar por la falta de clientes y para evitar hacer frente a sus deudas decide contraer la enfermedad y librarse de ellas. La distintas formas con las que intenta el contagio: pulsar los botones de los ascensores sin ningún tipo de prevención, o mucho más radical, hacer el boca a boca a una víctima del SARS son cuanto menos irónicas y son tratadas con un fino sentido del humor.

El mensaje final radicó en que la ciudad ganó a la epidemia, y de ahí la escena final en la que la población lanzaba sus mascarillas al viento en señal de victoria. Pocas son las películas que se han hecho en torno a esta temática, recordemos Golden chicken 2 que registra todo el sufrimiento de una ciudad, aunque prevalezca el tono irónico utilizado en City of SARS. Pero sobre, una película promocional que lanzo un pulso de prevención, confianza y serenidad a sus ciudadanos, y que reunió a quince de los directores más punteros de su panorama para reflexionar sobre la expansión y curación de la epidemia. Un documento interesantísimo del que sin lugar a dudas hablaremos en el futuro.

City of SARS, aún a pesar de sus pesares, nos propone una visión agradable y combativa de su sociedad. Un Hong Kong que lucha y toma medidas, unos profesionales que no descansan y unos ciudadanos que se adaptan a una nueva convivencia. Y sólo todo nos enfatiza cómo se pudo ganar la batalla al virus.














Cartel promocinal para erradicar la epidemia. Es slogan era: "...la vamos a derrocar"

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