viernes, 3 de agosto de 2007

PELÍCULA : Deseando amar: ella tímida se le acercaba, pero a él le faltaba valor

En el mes de julio la Filmoteca Nacional incluía esta mágica película dentro de su ciclo Filmando espacios e interiores.Tanto se ha escrito de ella que hemos preferido que sean los propios objetos, que tanto protagonismo da Kar Wai , los que nos hablen de ella. En este reportaje cobran vida propia esas otras esencias que ayudan a nuestra pareja a vivir en un estado constante de deseo sumergido en la frustración y en la melancolía.

Cuando una relación es forzosamente un secreto tenemos que acercar el testigo a esos seres inanimados que han vivido de cerca esta intensa historia de amor. Con permiso de Wong Kar Wai y de nuestra pareja protagonista, el Señor Chow y la Señora Chan, les dejamos que hablen ellos:














Supongo que ustedes se habrán fijado en mí. Soy la tartera que utiliza la Señora Chan cuándo no tiene ganas de cocinar y necesita salir del angosto departamento de la Señora Suen. Conmigo tiene la necesidad de ir muchas noches a comprar sopa de tallarines y enguatada en uno de sus vestidos va con paso decidido, con un precioso movimiento de caderas, hacia un pequeño callejón por donde tiene que bajar unas estrechas escaleras hasta llegar al vendedor del puesto de comida.
Muchas noches se encuentra con el Señor Chow, su contacto es prácticamente visual pues apenas se rozan y, ni mucho menos, se dirigen la palabra. El Señor Chow es el vecino de la Señora Chan, vive con su mujer en una habitación alquilada a los vecinos de enfrente, y yo escasas veces he visto a su esposa. Sí les puedo contar que su mujer es muy guapa y tiene mucho estilo pero esos ustedes nunca lo verán, así como tampoco verán las facciones del marido de la Señora Chan.
Esta noche, por vez primera, el Señor Chow se ha atrevido a hablar a la señora Chan, y mirándome a mí, le ha comentado que le parece que cena muchas veces sola, qué porqué no hacerlo juntos un día. Temo por la Señora Chan, no porque desconfíe del Señor Chow, sino porque Hong Kong en los años sesenta está plagado de cuchicheos y malos pensamientos que imagino deformen una bonita amistad de mi dueña y su vecino.
Ahora estoy un poco arrinconada porque la Señora Chan sale muy a menudo con el Señor Chow y van a restaurantes a comer filetes de carne con cuchillo y tenedor. Parece cómo si la Señora Chan no fuera ella y estuviese interpretando el papel de otra persona.



















Soy uno de los vestidos que se pone la Señora Chan y que, al igual que mis compañeros, he sido testigo del sufrimiento y de la historia de amor tan especial que han vivido la Señora Chan y el Señor Chow. Cuando los dos se han dado cuentan que han sido engañados por sus respectivos maridos su relación se convierte forzosamente en un secreto. No voy a juzgar, como lo haría la dueña del piso de la Señora Chan, simplemente voy a contar el “juego” enfermizo en el que cayeron. La atracción entre estas dos personas era evidente, tras conocerse, comenzó a surgir entre ellos un puente de dependencia que los unía más en el dolor y en el amor. Para fortalecerse de la pérdidas de sus cónyuges iniciaron una especie de juego-aventura basado en la imitación. Se complacían en representar teatralmente la historia de amor de sus maridos. La imitación tomó el lugar que debía ocupar el verdadero amor. Su historia de amor fue frustrada, no tan sólo por la fuerte moral social, sino también porque ambos se aferraron a ensayar el amor, el amor vivido por otras personas, y el suyo propio, porque hasta su despedida se representó y esa vez recuerdo que las lágrimas de mi dueña bañaron parte de mi tela que cubría su hombro izquierdo.¿Por qué tanta culpabilidad y frustración?






















Permítanme que tome la palabra. Soy la pluma con la que el Señor Chow escribe sus historias de artes marciales. Mi dueño creía vivir una existencia plena entre su trabajo y su mujer, pero cuando descubrió el engaño de su matrimonio ya se había acostumbrado a la Señora Chan.
Muchas veces le he servido para escribir en un papel la intimidad que iba naciendo entre la Señora Chan y él, sin necesidad de diálogos y mucho menos de caricias. A veces noto al Señor Chow enclaustrado en esas habitaciones mínimas en las que las paredes parecen consumir la vida de sus habitantes, como si fuesen un envoltorio de las que ambos quisieran salir.
Quizá por ello el Señor Chow decidió mudarse a la habitación 2046 de un hotel cercano, y le pidió a la Señora Chan que se reuniese con él para que le ayudase con su historia. Ni él ni yo sabremos lo que le costó llamar a la puerta a la Señora Chan pero el caso es que al final lo hizo y una ligera mueca de felicidad se posó en los labios del Señor Chow. De nuevo mi pareja estaba “felizmente encerrada” en un cuarto pequeño como esperando que un instante les transformase y cambiase su vida, pero... eso no ocurrió. La rutina consumía el tiempo en esa habitación y sus ideas eran expresadas a través de mi tinta en un papel y fueron creando, entre ambos, una historia de artes marciales ante la imposibilidad de escribir su historia de amor.
























El objeto más íntimo que nuestros “amantes” han tenido en posesión hemos sido nosotras: las zapatillas de la Señora Chan.
Todo empezó como una amistad que les daba consuelo y que al mismo tiempo les reforzaba su dignidad como maridos traicionados. Continuó en la pequeña habitación alquilada por el Señor Chow dónde tuvieron que pasar una noche juntos por el temor de ser descubiertos por sus vecinos. Allí la pasión no cedió, pero el amor y la atracción se podía medir en cada poro de su piel,y la comunicación no verbal daba paso a unos rostros que expresaban dolor y se resignaban a su situación.
Pero esa noche la Señora Chan nos dejó allí olvidadas y desde ese instante pasamos a ser el mayor tesoro del Señor Chow. Sin quererlo nos convertimos en la muestra de la realidad de su amor, la pertenencia de algo de ella en el universo de él.
Y así viajamos hasta Singapur, tras confesarle el Señor Chow a la Señora Chan que no podía más y qué en realidad no era muy distinto de sus maridos infieles. Por eso decidió coger un puesto de reportero en esa ciudad, por el gran amor hacia esa mujer y por el gran dolor que materializaba al no tenerla. Y por eso las zapatillas de la Señora Chan fuimos hasta allí con él.
Muchas veces hemos pensado que ambos amantes en realidad se odiaban, porque cada uno le recordaba al otro lo que había perdido, e inclusive cuando “jugaban” a seducirse había un lado oscuro de venganza y resentimiento. Nunca lo sabremos, pero lo que sí podemos atestiguar, es que la Señora Chan viajó hasta Singapur y se coló en la habitación del Señor Chow y tras sentirlo a él a través de sus objetos y olores, reparó en nosotras y volvimos con ella. El amor es así de extraño.

















Si ustedes tienen un secreto cuéntenmelo. Así lo hizo el Señor Chow en el Templo Onk Bar de Camboya cuando se encontraba cubriendo la noticia de la visita del general De Gaulle a este país.
Soy el agujero que eligió nuestro amante cuatro años después de conocer a la señora Chan. No crean que voy a ser tan indiscreto de recrear sus palabras. El Señor Chow tiene todo el derecho que queden entre nosotros dos, pero sí les diré lo apenado que me sentí al contarme su historia. Me consternó la imposibilidad de nuestros protagonistas de recuperar su pasado, la dificultad de enmendar los errores de antaño. Desgraciadamente el tiempo es como un gran reloj que te imposibilita volver a vivir, es como una barca a la deriva que nos recuerda las experiencias y que nos sumerge en la desilusión y en la melancolía.El Señor Chow me recordó una época pasada de su vida, y me habló en pretérito condicional: “Y si hubiese...” el mismo tiempo verbal que seguro hubiese empleado la Señora Chan si se hubiese acercado a este agujero. Porque toda historia es como un sueño y a veces los recuerdos se nos confunden con ellos, más cuando cada uno ha escondido sus emociones. Porque “ella tímida se le acercaba, pero a él le faltaba el valor”
Nuria Álvarez Macías









5 comentarios:

Sergio Álvarez dijo...

Creo que es una de mis peliculas favoritas , como todas las de Wong Kar wai , me gusta mucho tu blog , ya que a mi tb me atrae mucho la cultura oriental, seguire tu blog , saludos!

nuria dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
nuria dijo...

Bienvenido, aquí tienes un espacio para expresar todas tus opiniones siempre que quieras.
Un saludo
Nuria

Chris W. Gray dijo...

Wow

Aún sabiendo que en el mundo de wkw los objetos "hablan", no esperaba una reseña tan interesante, y a mi no se me habría ocurrido una mejor forma de describir esta historia de amor contenido...

Me ha gustado mucho esta entrada, Nuria.

nuria dijo...

Muchas gracias, me hace mucha ilusión que te haya gustado esta entrada en especial. Sé que es muy personal pero... a mí me encantó hacerla

Gracias de nuevo

Un beso
Nuria