Los dos grandes pilares en los que se sustenta el cine de Hong Kong son la acción y la comedia. Desde los tiempos de la mítica productora Shaw Brothers las películas de acción se convirtieron en un espectáculo con ingredientes suficientes para llenar las salas. Por su parte la comedia, que también ha sido un buen marco para insertar la acción, se ha enriquecido con sus gags y delirios tan idiosincrásicos de gran aceptación popular.
Que ambos géneros están unidos al cine hongkonés es un hecho incuestionable, pero también nos llama la atención como, paulatinamente, se está abriendo una nueva ventana al margen de la acción como espectáculo visual, y de la comedia como sinónimo del gag absurdo. A este nuevo camino lo podemos denominar: cine más allá de la acción, y sin lugar a dudas, uno de sus protagonistas en este renacer de la cinematografía hongkonesa es el guionista, director y productor Peter Chan.
Hoy nos ocupamos de su interesante y emblemática película Comrades almost a love story, pero a buen seguro que el nombre de este director saldrá a menudo en nuestras páginas por su labor en la creación de un cine independiente, que sin estar alejado de los gustos del público, se atreve a fusionar historias géneros y culturas.
Que ambos géneros están unidos al cine hongkonés es un hecho incuestionable, pero también nos llama la atención como, paulatinamente, se está abriendo una nueva ventana al margen de la acción como espectáculo visual, y de la comedia como sinónimo del gag absurdo. A este nuevo camino lo podemos denominar: cine más allá de la acción, y sin lugar a dudas, uno de sus protagonistas en este renacer de la cinematografía hongkonesa es el guionista, director y productor Peter Chan.
Hoy nos ocupamos de su interesante y emblemática película Comrades almost a love story, pero a buen seguro que el nombre de este director saldrá a menudo en nuestras páginas por su labor en la creación de un cine independiente, que sin estar alejado de los gustos del público, se atreve a fusionar historias géneros y culturas.
Peter Chan dio sus primeros pasos en la industria del cine de la excolonia, prácticamente como todos sus coetáneos, al enrolarse en el más puro cine de acción. Testimonios de esta época los encontramos en sus colaboraciones en películas de John Woo, o en sus aportaciones en las cintas del mismísimo Jackie Chan.
Pero a comienzos de la década de los noventa y gracias a su mirada cosmopolita, ( Chan nació en Hong Kong pero en seguida supo lo que era experimentar un cambio de residencia al irse a vivir a Tailandia, decidir estudiar en Estados Unidos, y volver a su Hong Kong de origen), fundó una nueva productora que bajo las siglas de U.F.O (United Filmarkers Organitation) renovó y convulsionó el actual cine de la excolonia.
La U.F.O fue concebida bajo el sello de la libertad creativa y la independencia en sus realizaciones. El proyecto nació de la amistad de Chan con Eric Stang (Infernal Affairs) uno de los actores más conocidos y respetados de Hong Kong, incorporándose más tarde Jacob Chang, ligado al grupo de directores de lo que se ha venido denominando la Segunda Ola hongkonesa, y James Yuen uno de los directores que mejor fusionan el thriller con la mirada intimista (Crazy N´ the city).
La reciente productora introdujo un aire nuevo al panorama hongkonés, por un lado significaba un punto de inflexión, en el cual los cineastas tenían la oportunidad de realizar las películas que realmente querían hacer; y por otro mostraban al público un cine distinto, dirigido al espectador, pero con una sensibilidad diferente.
En todo este contexto Chan producía sus películas dotando a sus producciones de un sello especial: un humor agridulce, con guiones muy cuidados que combinaban el realismo urbano con la sátira socoial, e inclusive hacía un guiño a la tradición y a los convencionalismos más cerrados. Pero, al mismo tiempo, en su cabeza comenzaba a planear algo más, sus historias de amor ya le rondaban en su mente y a su deseo de revolucionar el melodrama cantones se unió una crítica soterrada hacia un tipo de cine manufacturado que ensombrecía el panorama cimenatográfico.
Surgió así Comrades almost a love story, dirigida en 1996- un año de la devolución de Hong Koan a China-, película que podemos considerar como su tesis más perfecta en torno al melodrama, al mismo tiempo que apuntaba sus sentimientos y reflexiones en relación con la identidad de la sociedad hongkonesa.
La historia, que unía a una pareja de emigrantes de la China continental recién llegados a Hong Kong , se desarrolla en un lapso de tiempo de diez años, y en este tiempo ambos amantes se unirán, se separarán en el tiempo y en el espacio, y se volverán a encontrar en un nuevo país, Estados Unidos, con el bagaje de sus vidas y de sus recuerdos.
La película, en sí, responde a la particular reflexión de Peter Chan sobre el amor que es una de las constantes de su cine: el romanticismo de la separación acentuado por la supervivencia de la memoria. Pero, aún a pesar de esta exposición, la película puede tener otros niveles de lectura.
Por un lado el deseo de mostrar un tono documental, al ubicar gran parte de la acción en las calles de Hong Kong, que le sirve a Chan para mostrar un grado de realismo y de crudeza –camuflado en el melodrama- que a la vez ahonda en la desesperanza y en la crisis de identidad de unos personajes que, en definitiva, reflejan el sentir de su sociedad.
También podemos ver Comrades desde la perspectiva del inmigrante, algo que Chan conoce muy bien, y como éste intenta reconfigurar su lugar de origen en el nuevo espacio. Esto explicaría porqué el personaje de Leon Lai sigue utilizando su bicicleta en sus desplazamientos por las calles de Hong Kong, algo muy usual en las ciudades de la China continental, pero desfasado en la excolonia. O como ambos amantes se aferran al recuerdo de las canciones de Teresa Teng, icono musical relacionado con la China del norte, que sirven como elemento diégetico en la película, y son el eje central que une y reencuentra a la pareja a modo de memoria nostálgica de su cultura. Una especie de buceo melancólico en nuestras raíces, y por tanto, en nuestros recuerdos.
Y por último, como el propio Peter Chan comenta, podemos ver Comrades almost a love story, precisamente como eso: como casi una historia de amor.
No cabe duda que su cine desmonta la teoría que todo en Hong Kong es acción, y él lo consigue con una fórmula inteligente, verista, pero al mismo tiempo cargada de un tono agridulce que ensombrece recuerdos al mismo tiempo que exalta momentos inolvidables.
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