Antes de convertirse en el maestro del cine negro de acción Wilson Yip explotó su vena más intimista con historias personales, escritas por él y por sus colaboradores más asiduos, con la capacidad de expresar autenticidad dentro de las películas de tríadas.
Moviéndose entre las características propias del género supo dar un brillo a sus guiones al centrarse en la creación de unos personajes potentes y llenos de matices, al mismo tiempo que aderezaba las historias con toques de drama que no caían en la exageración o el esperpento. Yip consiguió hacer suyo el género mediante una serie de constantes que en mayor o menor intensidad aparecían en sus primeras creaciones: sus héroes se encontraban circunscritos a una aureola de fatalidad, como un karma negativo, que respondía a lo imprevisible de la vida. Este pesimismo implacable, que guiaba la existencia de sus vidas, sólo era aliviado por despuntes de comedia que desembocaba en unos finales ambiguos, mezcla de realidad y ensueño, al jugar con esa dualidad entre la cruda realidad y el deseo utópico de ella. En la mayoría de las ocasiones el héroe de Yip sabía que su destino estaba marcado por la muerte, a pesar de experimentar “burbujas temporales” de felicidad, donde proyectaba sus deseos e ilusiones.
Es decir, en sus primeras películas Yip se valía del subgénero de las tríadas para adentrarse en sus cuestiones más personales pero con las coordenadas perfectamente medidas para no ahuyentar al espectador más convencional. Yip aportaba pequeños giros sin apartarse de las directrices del cine comercial llenando de poesía las multisalas.
S.P.L (Duelo de dragones) fue la última película que aunaba esta línea personal con la comercial, y la última en la que el héroe se perfilaba con las constantes antes mencionadas. Por el contrario marcó el comienzo de las coreografías espectaculares dentro del cine de acción, el Kung Fu –noir, como algunos críticos han denominado, en donde la acción y el drama estaban perfectamente coordinados.
Las siglas S.P.L se corresponden con las primeras letras de tres de las estrellas de la astrología china, y Yip se valió de ellas para modelar a sus personajes. Así, Qi She (Donni Yen) era la estrella del poder, Tan Lang (Sammo Hung) representaba a la seducción y Po Jun (Simon Yam) era la denominada estrella de la mala suerte o de la ruina.
El guión, que homenajeaba a las películas de policías y tríadas de los años ochenta y que recogía los estereotipos de cintas como la famosa Tiger Gate de Yuen Woo, se apartaba, no obstante, de la clara línea maniquea creada para distinguir los personajes leales de los situados al margen de la ley. La historia respondía a una violenta rivalidad entre la policía y una puntera banda de tríada. Dos hombres aparecían como el epicentro de una venganza, el detective Cheng (Simon Yam), cuya familia había sido asesinada, y el poderoso jefe local (Sammo Hung) que había ordenado tal cruenta acción. La llegada de un sustituto (Donni Yen) para el detective Cheng sólo podía incrementar la acción y la lucha entre bandas.
Pero desde el principio esta lucha entre el bien y el mal está descabalada. Por un lado porque en ambos bandos apreciamos la misma brutalidad, si en la tríada sus acciones se corresponden con planes premeditados de codicia y muerte, en la policía el slogan que el detective Cheng parece ostentar es “…es posible la justicia a cualquier precio”. Aunque, si bien es cierto que el personaje de Yen (el sustituto) recuerde los principios por los que se debe regir la policía, el deseo de venganza y el daño hecho a su equipo es tal que no duda en cometer acciones ilegales con tal de devolver el respeto al cuerpo.
Por otro lado esta lucha no es entre iguales. En un primer momento las estrellas que se enfrentaban eran : la estrella de la seducción (Sammo Hung), experto en artes marciales y ganador en muchas batallas contra la policía, contra la estrella de la fatalidad (el detective interpretado por Simon Yam). En este duelo es lógico que Yam perezca porque, fiel a su cinematografía, Wilson Yip introduce con este personaje ese halo fatalista y ese punto dramático tan característico de su primera etapa. Si en Bullets over the summer su héroe tenía una enfermedad degenerativa, si en Juliet in love su heroína tenía un cáncer de pecho, ahora al policía de S.P.L le diagnostican un tumor cerebral, ¿cómo es posible planificar y ejecutar una venganza con los días contados?
Yam nos dice: “…mi tiempo se acaba, no se comprende hasta que pasa…”
Por ello es necesario la aparición de otra estrella, la estrella del poder de Donni Yee, para que termine lo que la estrella de la fatalidad nunca podrá concluir.
Gracias a este nuevo personaje los duelos, que antaño en los años ochenta eran ballets armamentísticos, ahora pasan a ser escenas de acción perfectamente coreografiadas donde Sammo Hung y Donni Yee – e inclusive el nuevo valor en alza Jacky Wu- se homenajean a ellos mismos.
No obstante, como el propio director ha señalado, no se puede explicar esta historia desde la maldad del jefe de tríadas. La perspectiva de cada grupo nos trae su propia verdad, y en cada bando existen familias y existen sentimientos encontrados, de ahí lo imposible de hacer una historia maniquea.
Sin lugar a dudas S.P.L abría una puerta al nuevo cine negro de acción, una vía que reconocía un pasado con un thriller intenso entre policías y tríadas pero una puerta que nos ha dejado sin su esencia. A partir de este momento el cine de Yip se aparta de sus toques oníricos-poéticos o ambiguos con los que nos tenía acostumbrados. Continúa con la fusión de géneros, sus maravillosas coreografías, su acción meticulosamente narrada…pero, y sin menospreciar su cine más reciente, echamos de menos su particular visión de la vida – de su sociedad- tal como lo hallábamos en sus películas de antaño.
En definitiva…echamos de menos cómo Yip hacia suyo el género.
Es decir, en sus primeras películas Yip se valía del subgénero de las tríadas para adentrarse en sus cuestiones más personales pero con las coordenadas perfectamente medidas para no ahuyentar al espectador más convencional. Yip aportaba pequeños giros sin apartarse de las directrices del cine comercial llenando de poesía las multisalas.
S.P.L (Duelo de dragones) fue la última película que aunaba esta línea personal con la comercial, y la última en la que el héroe se perfilaba con las constantes antes mencionadas. Por el contrario marcó el comienzo de las coreografías espectaculares dentro del cine de acción, el Kung Fu –noir, como algunos críticos han denominado, en donde la acción y el drama estaban perfectamente coordinados.
Las siglas S.P.L se corresponden con las primeras letras de tres de las estrellas de la astrología china, y Yip se valió de ellas para modelar a sus personajes. Así, Qi She (Donni Yen) era la estrella del poder, Tan Lang (Sammo Hung) representaba a la seducción y Po Jun (Simon Yam) era la denominada estrella de la mala suerte o de la ruina.
El guión, que homenajeaba a las películas de policías y tríadas de los años ochenta y que recogía los estereotipos de cintas como la famosa Tiger Gate de Yuen Woo, se apartaba, no obstante, de la clara línea maniquea creada para distinguir los personajes leales de los situados al margen de la ley. La historia respondía a una violenta rivalidad entre la policía y una puntera banda de tríada. Dos hombres aparecían como el epicentro de una venganza, el detective Cheng (Simon Yam), cuya familia había sido asesinada, y el poderoso jefe local (Sammo Hung) que había ordenado tal cruenta acción. La llegada de un sustituto (Donni Yen) para el detective Cheng sólo podía incrementar la acción y la lucha entre bandas.
Pero desde el principio esta lucha entre el bien y el mal está descabalada. Por un lado porque en ambos bandos apreciamos la misma brutalidad, si en la tríada sus acciones se corresponden con planes premeditados de codicia y muerte, en la policía el slogan que el detective Cheng parece ostentar es “…es posible la justicia a cualquier precio”. Aunque, si bien es cierto que el personaje de Yen (el sustituto) recuerde los principios por los que se debe regir la policía, el deseo de venganza y el daño hecho a su equipo es tal que no duda en cometer acciones ilegales con tal de devolver el respeto al cuerpo.
Por otro lado esta lucha no es entre iguales. En un primer momento las estrellas que se enfrentaban eran : la estrella de la seducción (Sammo Hung), experto en artes marciales y ganador en muchas batallas contra la policía, contra la estrella de la fatalidad (el detective interpretado por Simon Yam). En este duelo es lógico que Yam perezca porque, fiel a su cinematografía, Wilson Yip introduce con este personaje ese halo fatalista y ese punto dramático tan característico de su primera etapa. Si en Bullets over the summer su héroe tenía una enfermedad degenerativa, si en Juliet in love su heroína tenía un cáncer de pecho, ahora al policía de S.P.L le diagnostican un tumor cerebral, ¿cómo es posible planificar y ejecutar una venganza con los días contados?
Yam nos dice: “…mi tiempo se acaba, no se comprende hasta que pasa…”
Por ello es necesario la aparición de otra estrella, la estrella del poder de Donni Yee, para que termine lo que la estrella de la fatalidad nunca podrá concluir.
Gracias a este nuevo personaje los duelos, que antaño en los años ochenta eran ballets armamentísticos, ahora pasan a ser escenas de acción perfectamente coreografiadas donde Sammo Hung y Donni Yee – e inclusive el nuevo valor en alza Jacky Wu- se homenajean a ellos mismos.
No obstante, como el propio director ha señalado, no se puede explicar esta historia desde la maldad del jefe de tríadas. La perspectiva de cada grupo nos trae su propia verdad, y en cada bando existen familias y existen sentimientos encontrados, de ahí lo imposible de hacer una historia maniquea.
Sin lugar a dudas S.P.L abría una puerta al nuevo cine negro de acción, una vía que reconocía un pasado con un thriller intenso entre policías y tríadas pero una puerta que nos ha dejado sin su esencia. A partir de este momento el cine de Yip se aparta de sus toques oníricos-poéticos o ambiguos con los que nos tenía acostumbrados. Continúa con la fusión de géneros, sus maravillosas coreografías, su acción meticulosamente narrada…pero, y sin menospreciar su cine más reciente, echamos de menos su particular visión de la vida – de su sociedad- tal como lo hallábamos en sus películas de antaño.
En definitiva…echamos de menos cómo Yip hacia suyo el género.
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