domingo, 13 de diciembre de 2009

Lan yu de Stanley Kwan: el pasional reconocimiento de la identidad











Stanley Kwan ha demostrado, a lo largo de su trayectoria, su personalidad valiente a la hora de afrontar temas tabúes y su compromiso con el cine chino para cruzar fronteras y romper barreras. Sus historias cargadas de la profundidad psicológica necesaria para componer unos personajes creíbles y potentes, se enriquecieron con el marco social de una nueva China que se abría ante sus ojos.
El romance y sus consecuencias ha sido la marca de sus películas. El convencional prototipo de la mujer fuerte y el hombre débil, adquirió en sus creaciones un matiz muy íntimo al confesar su homosexualidad. Por ello sus heroínas mostraban una sensibilidad femenina conjunta con la sensibilidad gay transformada en sus acciones y pensamientos. La ambigüedad sexual se hizo una seña de marca en su cinematografía, explicada más como una confusión en la manifestación de los géneros que en el término ambiguo en sí. En Rouge encontramos el ejemplo perfecto en el análisis de los amantes: él (Leslie Cheung) como prototipo de hombre débil, y ella (Anita Mui) como mujer “travestida”.
Por vez primera en Lan Yu, Kwan habla abiertamente de la homosexualidad y no la enmascara en las complejas representaciones del melodrama. Por primera vez se representa la sensibilidad masculina a medio camino entre la confusión y el deseo de adquirir una identidad dentro de su sociedad. Lan Yu es una historia que no expone la temática gay como un eterno conflicto contra la ética confuciniana, ni se vale de ella para parodiar o hilvanar la realidad con gags hilarantes. En Lan Yu a sus personajes se les permite ser hombres atraídos por hombres.



La tarea de modernizar el melodrama chino no ha sido una misión sencilla en la cinematografía china. Stanley Kwan, Wong Kar Wai, Ann Hui, entre otros, han ido dando pasos y ganando batallas allí donde otros se contentaron con las apuestas seguras de cara a la taquilla. Afrontar la sociedad china desde el concepto de la vanguardia es un tanto arriesgado al toparnos con sus, hasta ahora, férreas censuras. Pero en Lan Yu hallamos los ingredientes necesarios para festejar este tipo de iniciativas.




Para empezar la propia historia, difundida por internet con el título Beijing story y nunca publicada, creó un vínculo entre los lectores al que más tarde se unió el cine, que nos sitúa ante las nuevas vías de comunicación de la sociedad posmoderna. El argumento, adaptado al guión por Jimmy Ngai – uno de los hombres de confianza de Kwan- respondía a los patrones sencillos del melodrama. Lan Yu, joven nacido en el ámbito rural, se desplaza a la capital para empezar sus estudios de arquitectura. La primera noche que llega a Beijing conoce a Handong, que ronda la cuarentena, y le iniciará en su primera relación sexual.


A partir de ese momento se fusionan dos conjunciones diametralmente opuestas que se encuentran el espacio de la pasión, dónde su relación se proyecta desde los marcos del tormento, la pérdida, la melancolía, y el amor. Es en esos pequeños espacios (la cocina, el dormitorio, el pequeño apartamento…), en los que ambos viven su historia pues el espacio público todavía les sigue prohibido. Allí el idealismo, propio de Lan Yu, se enamora del pragmatismo de Handong, y viceversa. Allí sus abrazos detienen el tiempo y crean un espacio en exclusiva para ellos.

Pero el exterior está convulso. Beijing está sufriendo una era de transformaciones y Kwan lo refleja con la maestría de las insinuaciones. Tras su primera ruptura, su reencuentro tiene como telón de fondo los terribles acontecimientos de Tiannamen. Lan Yu no entiende el horror y de nuevo es en el abrazo de Handong donde se reconforta. Los primeros brotes de libertad en China fueron ahogados la noche del cuatro de julio de 1989 y Lan Yu es de las pocas películas que se atreven a aludirlo. Las escenas no emiten la masacre pero son suficientemente esclarecedoras para entender el dolor y la frustración.


Pero Lan Yu no sólo se atreve a nombrar Tiannamen, también nos habla de las irregularidades de las incipientes empresas, de las desigualdades campo-ciudad (aunque los protagonistas hayan encontrado un espacio íntimo donde convivir), el proceso de urbanización de Beijing – el propio Lan Yu termina sus estudios de arquitectura…, y sobre todo nos habla del reconocimiento de la identidad homosexual en la sociedad china. El deseo convertido en una vanguardia de la modernidad. No obstante Kwan nunca quiso hacer una película como defensa de los derechos, sino como un replanteamiento de las relaciones humanas, como un reconocimiento de la existencia de su identidad.
Kwan nos narra una historia sobria, con unos intérpretes portentosos, Hu Jun en el papel del maduro Handong revelándose como el eje más conflictivo y pasional de la relación y Liu Ye como el sensato amante que desde el primer momento reconoce y disfruta su sexualidad.
Lan Yu está narrada desde un estilo directo cómo le gusta contar las cosas a Kwan, aunque siempre con el respeto de la distancia y con la valentía de su mirada personal.

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