Muchas veces un director se ve aprisionado por el peso de su historia. Su pasado fílmico puede ser un hándicap negativo que no le permita avanzar o por el contrario se puede convertir en una losa que sirva como única medida de su obra.
A estas alturas de la película, sobre todo por el nombre alcanzado tras realización televisiva de los juegos olímpicos de Beijing, Zhang Yimou está por encima del bien y del mal.
La etiqueta que historiadores y críticos le han puesto a su primera etapa denominada “Quinta Generación del cine chino” no ha sido sustituída por otra que nos acerque a una evolución de su obra. ¿O quizá sí? ¿Distinguimos la obra fílmica de Zhang Yimou bajo los conceptos de plasticidad desmedida, minucioso detallismo visual, o wuxias sin sustancia?
Ni Zhang Yimou se ha olvidado totalmente de sus primeros pasos en esa pseudoapertura de la Quinta generación del cine chino, ni es tan banal su reciente filmografía.
Sin ir más lejos su, hasta la fecha, última película es un capricho suyo adherido a sus marcas de identidad pero no tan sólo visuales sino también temáticas.
Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos recoge parcialmente los ecos de la primera película de los Hermanos Coen (Sangre fácil) y los traslada a su folcklore natural a su idiosincracia en una combinación, a veces no muy redonda, entre el drama y el irónico humor chino.
Zhang Yimou es uno de los cineastas más interesantes del panorama artístico de la China continental. Sus desgarradores dramas de su etapa inicial se apoyaban en mujeres indefensas que convivían con la opresión de un régimen conservador y machista (Sorgo rojo, La linterna roja). Luego muchos le tildaron de pasarse al carro del cine comercial y del wuxia vacío de contenido (La casa de las dagas voladoras, El secreto de la flor dorada), y entre medias iba realizando películas que él deseaba proyectar.
¿Pero está tan alejado ese primer Zhang Yimou del actual?, ¿ se ha desvinculado tanto de sus orígenes?, ¿toda su obra se ha tamizado y queda camuflada bajo el tapiz del virtuosismo artístico y contemplativo?
Desde mi punto de vista quedan muchas huellas de ese primer Yimou en si cine actual. ¿Acaso no hallamos en esta su última película – Una mujer una pistola y una tienda de fideos chinos- esa arraigada nostalgia que Zhang siento por lo rural? ¿Acaso no esta película un perfecto puzzle entre sus primeros dramas rurales, donde la mujer siente y padece, y los wuxias de tremendo colorido que hundía sus temáticas en las historias de antaño?
Centrándonos en la heroína de la película, la mujer del dueño de la cantina que se encuentra perdida en mitad de un paisaje montañoso, es un fiel reflejo del destino fatal de la mujer impuesto por el hombre. Pero, como nos tiene acostumbrado Zhang, no estamos ante una protagonista débil y miedosa sino ante una mujer fuerte que al adquirir una pistola desencadena toda el drama de la historia.
Los personajes, a su vez, son sufridores del despotismo de su amo. Y como en un intento de fusionarlo con su etapa más comercial ,Zhang introduce dos elementos propios de su cultura: el humor grotesco, propio de la comedia china, que se transforma muy pronto en suspense y drama, y la clara inclinación estética y actoral de la ópera clásica china conocida como “San Cha Kou", donde – en palabras del propio Zhang Yimou- “…todos los personajes están confinados en el mismo espacio, cada uno intercambia su papel con el otro y vuelve a cometer las mismas equivocaciones, dejando al desnudo lo absurdo de la vida, algo fuera de nuestro control…”
Por eso lo que parecen historial banales, en este director, van mucho allá. ¿No esta película un alegato a lo absurdo del destino?, ¿ no es una demostración que las armas pueden acabar con el despotismo con el riesgo de perder tu identidad por el camino?
O incluso, y volviendo a otros ejemplos, ¿Por qué no podemos ver en el final de El secreto de la Flor dorada una clara metáfora de la violenta masacre de la Plaza de Tiannamen?
Zhan Yimou es el mismo, sólo cambia el amor al cine en los distintos momentos de la vida. ¡Claro que encontramos un alarde estilístico para ganarse al público occidental!, inclusive en Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos los hallamos pero…qué tiene eso de malo. Muchas veces hay que bucear para ver el fondo y Yimou en experto en ello.
No obstante la película no es una de sus obras más redondas, simplemente es un capricho, con las señas de la casa, producido por el entusiasmo de la primera película de los Coen (Sangre fácil) Una historia que se mueve entre demasiados géneros y que quizá no consiga medir el ritmo de la comedia entre tanto suspense y tanto drama.
Una antojo al gusto de los fans de Yimou y de difícil consumición para el público occidental.
A estas alturas de la película, sobre todo por el nombre alcanzado tras realización televisiva de los juegos olímpicos de Beijing, Zhang Yimou está por encima del bien y del mal.
La etiqueta que historiadores y críticos le han puesto a su primera etapa denominada “Quinta Generación del cine chino” no ha sido sustituída por otra que nos acerque a una evolución de su obra. ¿O quizá sí? ¿Distinguimos la obra fílmica de Zhang Yimou bajo los conceptos de plasticidad desmedida, minucioso detallismo visual, o wuxias sin sustancia?
Ni Zhang Yimou se ha olvidado totalmente de sus primeros pasos en esa pseudoapertura de la Quinta generación del cine chino, ni es tan banal su reciente filmografía.
Sin ir más lejos su, hasta la fecha, última película es un capricho suyo adherido a sus marcas de identidad pero no tan sólo visuales sino también temáticas.
Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos recoge parcialmente los ecos de la primera película de los Hermanos Coen (Sangre fácil) y los traslada a su folcklore natural a su idiosincracia en una combinación, a veces no muy redonda, entre el drama y el irónico humor chino.
Zhang Yimou es uno de los cineastas más interesantes del panorama artístico de la China continental. Sus desgarradores dramas de su etapa inicial se apoyaban en mujeres indefensas que convivían con la opresión de un régimen conservador y machista (Sorgo rojo, La linterna roja). Luego muchos le tildaron de pasarse al carro del cine comercial y del wuxia vacío de contenido (La casa de las dagas voladoras, El secreto de la flor dorada), y entre medias iba realizando películas que él deseaba proyectar.
¿Pero está tan alejado ese primer Zhang Yimou del actual?, ¿ se ha desvinculado tanto de sus orígenes?, ¿toda su obra se ha tamizado y queda camuflada bajo el tapiz del virtuosismo artístico y contemplativo?
Desde mi punto de vista quedan muchas huellas de ese primer Yimou en si cine actual. ¿Acaso no hallamos en esta su última película – Una mujer una pistola y una tienda de fideos chinos- esa arraigada nostalgia que Zhang siento por lo rural? ¿Acaso no esta película un perfecto puzzle entre sus primeros dramas rurales, donde la mujer siente y padece, y los wuxias de tremendo colorido que hundía sus temáticas en las historias de antaño?
Centrándonos en la heroína de la película, la mujer del dueño de la cantina que se encuentra perdida en mitad de un paisaje montañoso, es un fiel reflejo del destino fatal de la mujer impuesto por el hombre. Pero, como nos tiene acostumbrado Zhang, no estamos ante una protagonista débil y miedosa sino ante una mujer fuerte que al adquirir una pistola desencadena toda el drama de la historia.
Los personajes, a su vez, son sufridores del despotismo de su amo. Y como en un intento de fusionarlo con su etapa más comercial ,Zhang introduce dos elementos propios de su cultura: el humor grotesco, propio de la comedia china, que se transforma muy pronto en suspense y drama, y la clara inclinación estética y actoral de la ópera clásica china conocida como “San Cha Kou", donde – en palabras del propio Zhang Yimou- “…todos los personajes están confinados en el mismo espacio, cada uno intercambia su papel con el otro y vuelve a cometer las mismas equivocaciones, dejando al desnudo lo absurdo de la vida, algo fuera de nuestro control…”
Por eso lo que parecen historial banales, en este director, van mucho allá. ¿No esta película un alegato a lo absurdo del destino?, ¿ no es una demostración que las armas pueden acabar con el despotismo con el riesgo de perder tu identidad por el camino?
O incluso, y volviendo a otros ejemplos, ¿Por qué no podemos ver en el final de El secreto de la Flor dorada una clara metáfora de la violenta masacre de la Plaza de Tiannamen?
Zhan Yimou es el mismo, sólo cambia el amor al cine en los distintos momentos de la vida. ¡Claro que encontramos un alarde estilístico para ganarse al público occidental!, inclusive en Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos los hallamos pero…qué tiene eso de malo. Muchas veces hay que bucear para ver el fondo y Yimou en experto en ello.
No obstante la película no es una de sus obras más redondas, simplemente es un capricho, con las señas de la casa, producido por el entusiasmo de la primera película de los Coen (Sangre fácil) Una historia que se mueve entre demasiados géneros y que quizá no consiga medir el ritmo de la comedia entre tanto suspense y tanto drama.
Una antojo al gusto de los fans de Yimou y de difícil consumición para el público occidental.