
En su primera película, Gans, Lawrence Lau Kowok mostraba una realidad inmersa en la marginalidad con el protagonismo de unos jóvenes desorientados rodeados de violencia y vacuidad. El director se valió de su mirada más descarnada y directa, nacida de la Segunda Ola del cine hongkonés, al hacer hincapié en su sociedad circundante alejada de los convencionalismos característicos del cine que que triunfaba en la década dorada (los años ochenta y el Heroic bloodshed).
Casi veinte años después de Gans, Ah Mon parece recoger el testigo con una de sus últimas películas: Besieged city (ciudad sitiada, también conocida como la ciudad de la tristeza. Véase Night and fog de Ann Hui: Tin Shui Han “la ciudad de la tristeza” ). Ciudad que cohabita con sus habitantes en un contexto de violencia y desesperanza, en dónde crecen niños que no han conocido infancia y adolescentes que desconocen el bienestar de la familia.
Con una dirección más sofisticada, con un montaje minucioso y un ritmo mucho más medido Besieged city nos devuelve a las primeras motivaciones del director, aunque esta vez alejado de cualquier atisbo de “docudrama”.
La historia de Besieged city está ubicada en Tin Sui Wai, distrito construido en la parte noroeste de los Nuevos Territorios, y que coloquialmente se le conoce como “la cuidad de la tristeza” por haberse convertido en una trampa para sus habitantes.
La idea original de este anexo fue la de fusionar altas torres de viviendas con la naturaleza circundante, de ahí sus arboledas y estanques, pero si por algo se ha hecho famosa esta barriada ha sido por su alto índice de delincuencia y marginalidad.
Casi veinte años después de Gans, Ah Mon parece recoger el testigo con una de sus últimas películas: Besieged city (ciudad sitiada, también conocida como la ciudad de la tristeza. Véase Night and fog de Ann Hui: Tin Shui Han “la ciudad de la tristeza” ). Ciudad que cohabita con sus habitantes en un contexto de violencia y desesperanza, en dónde crecen niños que no han conocido infancia y adolescentes que desconocen el bienestar de la familia.
Con una dirección más sofisticada, con un montaje minucioso y un ritmo mucho más medido Besieged city nos devuelve a las primeras motivaciones del director, aunque esta vez alejado de cualquier atisbo de “docudrama”.
La historia de Besieged city está ubicada en Tin Sui Wai, distrito construido en la parte noroeste de los Nuevos Territorios, y que coloquialmente se le conoce como “la cuidad de la tristeza” por haberse convertido en una trampa para sus habitantes.
La idea original de este anexo fue la de fusionar altas torres de viviendas con la naturaleza circundante, de ahí sus arboledas y estanques, pero si por algo se ha hecho famosa esta barriada ha sido por su alto índice de delincuencia y marginalidad.


Los personajes en los que se centra Besieged city son adolescentes sitiados. Se encuentran cercados en su propio hábitat, pero al mismo tiempo están cercados ellos mismos. Son muy significativos los planos contrapicados que utiliza Ah Mon para agrandar las torres de viviendas de la ciudad, mientras los niños juegan a ser hombres entre sus espacios verdes. Parece como si la ciudad aprisionase unas vidas rotas por la violencia familiar (los casos de malos tratos e incesto son harto elocuentes) y la pérdida de su infancia.
Lo más trágico de la historia es que los propios muchachos son concientes de estar perdiendo su infancia. Por ello uno de los chicos de la pandilla, lleva al resto a su casa que para que ésta sea saqueada, y a uno de ellos le extraña la cantidad de peluches que tiene en el sofá. La respuesta es muchacho es tremendamente descarnada: “...tengo derecho a tener un poco de infancia, ¿no?...”

Quizá por ello la ciudad les mantenga sitiados, pero ellos mismos se aíslan en su propio “yo” como anhelo de supervivencia. Ese es el caso del hermano mayor Ling, o de la hermana mayor de la niña asesinada. Ambos se han creado una realidad gris en la que todo se acepta y no se discute nada con el único lema de pasar desapercibido. De esa manera, si ellos son invisibles, el daño recaerá en el otro hermano. Hasta tal punto están sitiados interiormente que Ling no se inmuta ante el suicidio de un vecino, o ante las escenas de mobing en el colegio. Sólo cuando experimenta el dolor de su hermano y la vida de delincuencia a la que se ha visto arrastrado, podrá asimilar su contexto. Contexto que por otro lado no desconoce, sino que simplemente no ha querido asimilar.
Ah Mon maneja temas muy serios como la violación, el abuso de drogas y alcohol, los malos tratos, el incesto y lo hace con el acertado manto de la credibilidad.


Por ello en ese camino inciático, del que hablábamos antes, Ling reconoce sus lazos con su hermano y le ofrece ayuda y cariño. Y aunque no diga estas palabras: “...¡eres mi hermano!...”, parece que las gritas ante ese final sin futuro.
Final aún más desolador debido a las imágenes de ese niño pequeño gritando por las calles a una madre que no le va a poder ayudar.
Besieged city baja, como una lupa de aumento ante la realidad de este distrito de Hong Kong, y nos guía hacia unas vidas deformadas, pero llenas de realidad. Deformadas porque les falta la plenitud de la felicidad, pero reales porque Tin Sui Wai es la ciudad de la tristeza, la ciudad dónde las grandes torres parecen asediar y pisotear sus vidas.
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