Bacilón, humilde, carismático, y tremendamente fiel a su filosofía de rodaje. Christopher Doyle, denominándose a sí mismo como los “ojos de Wong Kar Wai “, compartió su charla espontánea y ajena de todo canon convencional ante una sala repleta de espectadores que se dieron cita en la Filmoteca Española. Doyle que ha pasado parte del invierno en Madrid, rodando The limits of control, con Jim Jarmusch ha puesto un punto de inflexión a este ciclo-homenaje que le dedica la Filmoteca, en colaboración con Cahiers de Cinema, durante los meses de abril y mayo. Su mención en un proyecto es sinónimo de calidad, y su búsqueda existencial de una nueva estética ha conseguido que la fotografía de sus películas adquieran una autoría compartida con el director de las películas en las que colabora. Doyle es un vagabundo cinematográfico, un viajero iniciático, que traspasa su mirada a tenor de la experiencia sentimental y que empapa de atmósferas su trabajo a modo de puente entre lo captado por su cámara y lo que entrega al espectador. Doyle aporta su particular modo de ver el mundo que se hermana, como almas gemelas, con directores tan líricos como Wong Kar Wai o el desaparecido Edward Yang. Doyle trabaja con la intuición como único medio de expresar su arte.
In the mood for love de Wong Kar Wai , Hero de Zhang Yimou, Invisible Waves de Pen-Ek Ratanarung, La joven del agua de Shyamalan, La condesa rusa de James Ivory, The limits of control de Jarmusch... todas estas películas tienen algo en común, todas parten de una portentosa mirada que manifiesta un modo de ver la realidad en el que las emociones adquieren una textura visual. Transmitir y plasmar las emociones ¿es eso posible?
Para este australiano, que parece haber nacido con una cámara adosada, ese reto se convierte en realidad. Conocido en Asia como Du Kefeng, traducido por “como el viento”, ha ido volando de nido en nido fijando la mayor parte de su trabajo en oriente, pero sin desestimar las propuestas occidentales cercanas a su mirada sobre la realidad. Doyle se enorgullece de trabajar con sus amigos, como Kar Wai, empapados de una misma energía y que al igual que él conciben la película como un encuentro en el rodaje más que una construcción analítica y programada. Por ello su escritura experimental se mueve bajo los principios del ensayo y del error pues su estilo visual se mece entre una vibrante mezcla de encuadres imprevisibles, ángulos nerviosos entre acelerados y ralentíes, aderezado con un ensayo experimental de los colores que a modo de improvisación ratifican una concepción del cine basada en la emoción que se encuentra pero que nunca debe fabricarse.
Doyle no concibe la realización de las películas desde la individualidad o la parcelación. Para él en el rodaje se comparte un mismo modo de hacer cine y su relación con los directores (a los que una vez más los denomina amigos) viene a ser como la de una prostituta. Con su habitual sarcasmo y ojillos chispeantes sus palabras exactas fueron: “soy como una puta porque doy placer y recibo placer”. Doyle mediante su mirada hacia el mundo, a través de una cámara, configura un espacio compartido con el director y la atmósfera deseada. Él ha sabido ser los ojos de los directores con los que ha trabajado. A este respecto la charla tomo un cariz un tanto polémico cuando uno de los asistentes se lanzó al ruedo con una pregunta directa: “¿Señor Doyle usted ha ido con alguna cerveza de más cuando ha trabajado con Wong Kar Wai? Su respuesta inteligente y con la capacidad inherente de reírse de uno mismo, resume al mismo tiempo parte de su filosofía de vida y de su hacer cinematográfico. Primero devolvió la piedra con la siguiente frase: “Si usted trabajase con Wong Kar Wai también bebería”, y luego sentenció con: “cerveza y amor es una buena fórmula para hacer películas”.
In the mood for love de Wong Kar Wai , Hero de Zhang Yimou, Invisible Waves de Pen-Ek Ratanarung, La joven del agua de Shyamalan, La condesa rusa de James Ivory, The limits of control de Jarmusch... todas estas películas tienen algo en común, todas parten de una portentosa mirada que manifiesta un modo de ver la realidad en el que las emociones adquieren una textura visual. Transmitir y plasmar las emociones ¿es eso posible?
Para este australiano, que parece haber nacido con una cámara adosada, ese reto se convierte en realidad. Conocido en Asia como Du Kefeng, traducido por “como el viento”, ha ido volando de nido en nido fijando la mayor parte de su trabajo en oriente, pero sin desestimar las propuestas occidentales cercanas a su mirada sobre la realidad. Doyle se enorgullece de trabajar con sus amigos, como Kar Wai, empapados de una misma energía y que al igual que él conciben la película como un encuentro en el rodaje más que una construcción analítica y programada. Por ello su escritura experimental se mueve bajo los principios del ensayo y del error pues su estilo visual se mece entre una vibrante mezcla de encuadres imprevisibles, ángulos nerviosos entre acelerados y ralentíes, aderezado con un ensayo experimental de los colores que a modo de improvisación ratifican una concepción del cine basada en la emoción que se encuentra pero que nunca debe fabricarse.
Doyle no concibe la realización de las películas desde la individualidad o la parcelación. Para él en el rodaje se comparte un mismo modo de hacer cine y su relación con los directores (a los que una vez más los denomina amigos) viene a ser como la de una prostituta. Con su habitual sarcasmo y ojillos chispeantes sus palabras exactas fueron: “soy como una puta porque doy placer y recibo placer”. Doyle mediante su mirada hacia el mundo, a través de una cámara, configura un espacio compartido con el director y la atmósfera deseada. Él ha sabido ser los ojos de los directores con los que ha trabajado. A este respecto la charla tomo un cariz un tanto polémico cuando uno de los asistentes se lanzó al ruedo con una pregunta directa: “¿Señor Doyle usted ha ido con alguna cerveza de más cuando ha trabajado con Wong Kar Wai? Su respuesta inteligente y con la capacidad inherente de reírse de uno mismo, resume al mismo tiempo parte de su filosofía de vida y de su hacer cinematográfico. Primero devolvió la piedra con la siguiente frase: “Si usted trabajase con Wong Kar Wai también bebería”, y luego sentenció con: “cerveza y amor es una buena fórmula para hacer películas”.
A Doyle le gusta trabajar con pequeñas historias, comienzo de esbozos antes de un resultado final, que le dan la posibilidad de insertar la cámara en sus experimentales posiciones y jugar con la música explosiva u ondulante obteniendo un ritmo que se acopla a una ciudad posmoderna, en el que las personas oscilan entre la globalización y la más solitaria alineación. De ahí sus palabras: “el director de fotografía busca la luz, el espacio, la composición para tratar de conseguir la integridad del texto, o el gesto o todos esos detalles que hacen de un momento algo compartido” porque para Doyle el cine “debe ser la expresión visual de una experiencia emocional”, lo que Carlos F. Heredero llama la textura de las emociones.
La integridad que defiende en sus películas le definen a él como persona porque el especio que ha alcanzado a nivel internacional ha sido gracias a la fidelidad de sus principios. A pesar de ello, no le gusta ponerse como ejemplo para los jóvenes cineastas porque su grandeza se diluye en ese sorbo de humildad que acompaña a su conversación, repleta de gestos y risas espontáneas.
Su aprendizaje ha tenido como la escuela la vida. Sus primeros pasos como marino en Noruega, curandero chino en Tailandia, ganadero en Israel y buscador de petróleo en la India, no hacen sin corroborar la fuerza de un espíritu libre, autodidacta, tremendamente estético y portentosamente innovador.
Wong Kar Wai, con el que comparte su misma libertad creativa, ha dicho de él: “Christopher Doyle sabe hacer bailar a la cámara en función con la música. Trabajar con Doyle es como hacerlo con un músico de jazz”. ¿Y qué es la vida sino ritmo?, pero saber intuirlo y visualizarlo a través de las emociones, ¡eso!, lo saben hacer muy pocos.
3 comentarios:
Leí este artículo tuyo en otra web [que ahora mismo no recuerdo] y tenía en mente comentartelo, pero tampoco quería hacer demasiados offtopics en entradas de otras pelis.
Me ha hecho gracia lo de la cerveza, ¿qué quiere decir con esa respuesta? Ahora me imagino a todo el staff en el set, bebidos... Será por eso que tarda tanto en terminar sus filmes, hahaha [nah, es broma.]
Lo cierto es que Doyle se ha convertido en un referente dentro del cine. Hasta ver su trabaja, nunca me había interesado saber que era eso de "director de fotografía", pero una vez dentro del mundo creado por estos dos genios, resulta imposibles separarles. Wkw es wkw por Doyle.
Creo que la magia de Doyle se encuetra en ese espíritu libre que es: se salta todas las reglas [como en "Viva erotica": Demasiada camara de mano... demasiado arte.]
Indispensable para el cine actual.
Doyle es todo un personaje, vive la vida como quiere y encima nos deja la huella de su arte.
En la charla que dio en la Filmoteca dejó claro su filosofía, y yo me pase toda ella con una media sonrisa.
A ver si se anima a dirigir más películas
Beso
Nuria
Y ya de paso, que vuelva por estas tierras, ahhaa.
Un beso.
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