Heredero de la mirada independiente y efectista de la Primera Ola y de la noción de cine de autor más próxima a la Segunda Ola del cine hongkonés, Fruit Chan golpeó a su sociedad con un cine directo, reflexivo, intimista , espontáneo, pero sobretodo con un cine capaz de exponer una crítica social con un matiz irónico y particular que – sin estar amparado bajo etiquetas morales preestablecidas- subrayaba sus códigos donde los grandes estudios se encontraban maniatados.
La película Made in Hong Kong dirigida en el año 1997 fue su tarjeta de presentación. No es casual que Fruit Chan llevara a cabo sus reflexiones sociales de su ciudad en el mismo año que ésta dejaba de ser colonia para volver a formar parte de China . Tampoco es casual que Chan tuviese la necesidad de plasmar el desánimo que se masticaba en Hong Kong pues su intento fue mostrar la realidad más dura de Hong Kong, y su sentimiento de desamparo fue el que le incitó a hacer la película.
Made in Hong Kong abrió en canal a la sociedad hongkonesa y se llevó por delante cualquier tentativa de simular una etapa de transición bajo las coordenadas del status quo.
Avalado por sus amigos, como el crítico y director Shu Kei ( del que destacamos su cinta Sunless day único documental hongkonés sobre los sucesos de Tianannmen) o el actor Andy Lau con su reciente productora Teamwork, Fruit Chan se lanzó a la dirección con esta cruda reflexión sobre la realidad de la excolonia.
Made in Hong Kong recogía la mirada de un joven desorientado y sin identidad que vagaba por las calles de Hong Kong en el año de la devolución a China. Chan quiso expresar, a través de su protagonista, el sentimiento de incertidumbre y pesimismo en el futuro, al mismo tiempo que retrataba la realidad de una sociedad que veía como su juventud se desmoronaba y ante esto su respuesta era el silencio.
En un contexto de enajenación y de desconexión interna de su ciudad, el director diseccionaba a ese otro Hong Kong, alejado de las publicitarias luces de neón, que sufría la difícil lucha por la supervivencia.
Aún moviéndose en algunos convencionalismos propios del género, pues aparecen los códigos de tríadas y se explicita el submundo propio de esta realidad, Chan fue más allá y convulsionó el cine de la excolonia con algunos matices que hasta ahora otros habían esbozado. Fruit Chan mostró la valentía suficiente para profundizar sobre la marginalidad, para reflejar la falta de orientación de una juventud nihilista a tenor de su sentimiento de desamparo, y lo hizo bajo un prisma crudo, inteligente, vibrante pero también compasivo. Chan se preocupó por mostrar la decadencia de la familia, sobre todo de esas clases sociales que viven en los márgenes. La figura de la madre aparece bajo el manto del desánimo, pero el director le acentúa su excentricidad, sin ningún hilo conductor hacia su hijo. El padre se nos presenta como un individuo que se desentiende y huye, y la figura del ganster está impaciente por el endeudamiento de la madre para reclutar al hijo bajo sus filas.
Los gritos y los comportamientos del muchacho (un magnífico Sam Lee en su primera película) proclaman la pérdida de su identidad, la misma pérdida de identidad de la ciudad de Hong Kong a medio camino entre su pasado colonial y su futuro comunista. Y esos mismos gritos también se contrarrestan con el vacío y el silencio de una sociedad que, anclada en la comodidad y temerosa del movimiento de transición, decide mirar hacia otro lado cuando la marginalidad le avisa de su situación. Por eso Fruit Chan recalca que sus protagonistas no tienen ningún futuro y su autodestrucción es inevitable.
El director nos muestra la necesidad de pensar en un cambio, no individual, pero si colectivo o estructural. Quizá por ello la violencia en sus películas no es catártica o exhibicionista, sino que se nos muestra como ese mal endémico propio de la marginalidad. Inclusive reflexiona con el fenómeno del "ganster menor" no como un patrón de comportamiento ni de iniciativa propia, sino como consecuencia del desencanto social.
Más que una metáfora de Hong Kong en la figura del protagonista, la película refleja un sentimiento de orfandad en torno a la devolución de la excolonia.
Fruit Chan perturba el entendimiento convencional de su sociedad y, con una franqueza que va más allá del cuestionamiento ético, desmaquilla a un Hong Kong que le ha aceptado con su ironía, con su pragmatismo, con su mirada tan personal y, en definitiva, con la valentía necesaria para poner el acento donde otros sólo ponen melodrama.
Su lema sale de sus palabras:
"...Mi intento es mostrar la realidad más dura de Hong Kong"
2 comentarios:
Ayer vi esta película.
Si bien es cierto que el fondo por el cual se mueven los protagonistas es el Hong Kong de la transición, me he sentido muy identificado con ellos. Puede que nuestro mundo no sea exactamente ese Hong Kong, pero con un 25% de paro, son muchos los jóvenes que pueden sentirse así en este momento, sin una posibilidad de futuro. Y ya te digo, incluso yo mismo, que trabajo, siento ese no futuro [el mismo que cantaban los Pistols en la Inglaterra del '76]
Fuera de los protagonistas, yo destacaría unos planos que se repiten de cuando en cuando en el film: Desde la ventana se ven unos rascacielos... tan cerca de la "salvación", pero a la vez, tan lejos e inalcanzable...
Me ha gustado muchísimo, aunque creo que es por esto que te he comentado, que lo extrapolo a mi situación, una vida aleatoria y sin mucho sentido. Sin heroísmo.
En fin... Un beso grande
Existen realidades que son universales aunque a veces se enriquezcan con el sabor local.
Fruit Chan es un director muy valiente que hace aún más grande la frase: "existe otro cine en Hong Kong más allá de acción". Sin menospreciar, ni mucho menos a este tipo de películas.
Es uno deesos directores que merecen la pena meterse de lleno en su obra. ¿verdad?
Un beso
Nuria
Publicar un comentario