lunes, 23 de marzo de 2009

Boat people de Ann Hui: la fotografía más cruda de la realidad









El tema de los refugiados vietnamitas en la excolonia británica es uno de los pozos negros que más se ha intentado silenciar. Cineastas valientes como Ann Hui, perteneciente a la Primera Ola del cine hongkonés, Tung Lui con su película Without a promise land, Jeng Wing-Chiu con The roar of the Vietnamese, o Taylor Wong con Star & roses, han sido de los pocos directores que han querido dejar testimonio de este éxodo de refugiados que huyeron de su país natal en pos de un futuro mejor y se vieron excluidos y separados de la población en lo que se ha venido denominando “los campos de refugiados” en Hong Kong.
La mirada humanista de Ann Hui, la violencia como eje de la narración en la obra de Tung Lui, la acción más cruda de los años noventa (Jeng Wing-Chiu), o la moda del reportero que viene de una sociedad desarrollada, que mezcla aventura y denuncia, de Taylor Wong en Star & roses, se conjugan con distintos verbos para resaltar una sola realidad: la situación de explotación por parte del país que abandonan y el desamparo que reciben en el país que les acoge (Hong Kong).
De todas esas miradas, la más humana y turbadora es la de Ann Hui (ver entrada The postmodern life of my aunt de Ann Hui: el dolor del tiempo) con su película Boat People, ejemplo perfecto de cómo una historia personal pasa al ámbito de la denuncia política.



El origen de Boat people se ubica en uno de los capítulos que Hui filmó para la televisión. Un docudrama que bajo el título de The boy from Vietnam ponía voz a las reivindicaciones de las personas que decidían meterse en un barco para llegar a las costas de Hong Kong.
Las motivaciones de esta pequeña historia llevó a la directora a realizar un largometraje que unía el problema vietnamita con el thriller más convencional (The story of Woo Viet). Pero todavía quedaba algo por hacer en la mente de Ann Hui, era necesario desterrar todo género de apoyo para zambullirse de lleno en las desgracias de los refugiados. Nació así una de las películas más crudas pero también más redondas de la directora: Boat people.

La historia, ambientada en el Vietnam de los años setenta, se centra en el fotógrafo japonés Akutawaga, que retorna a su capital tres años después de la instauración del régimen comunista, para retratar sus logros y sus "armoniosas" condiciones de vida.
Pero lo que en un principio son poses preparadas para su cámara se transforma en una cruda realidad, donde el pueblo llano proyecta otro tipo de instantáneas más sobrecogedoras.

Fiel a su estilo, Hui una de las principales miradas de la Primera Ola, se vale de una meticulosa narración, que acerca la cámara hasta crear una dolorosa intimidad (la escena de Andy Lau metido en una estrecha jaula metálica es sobrecogedora), al mismo tiempo que contextualiza a los personajes en una realidad que no deja indiferente al espectador. Pero no por ello debemos entender las intenciones de Hui con un poso didáctico. La propia directora ha comentado que Boat people “...no es una propaganda contra el comunismo sino que habla del problema de un grupo de personas...”
La verdadera intención de Hui es explicar como el ser humano, imbuido en ese contexto, siente la necesidad de tomar un barco y huir hacia un punto que desconoce.
El reportero se convierte así en los ojos y en los oídos de la brutalidad policial, de la corrupción de los altos cargos, y de la pérdida de la inocencia de unos niños que conoce al azar y se ve involucrado en sus vidas. Akutawaga hará instantáneas de los mercados, y de las risas de los niños, pero también será testigo de la visita a la granja de pollos, y descubrirá aterrado, como ésta no es otra que una explanada donde son fusilados los “rebeldes” y donde los niños acuden para “desplumarles” de sus objetos de valor.




Como vemos, Boat people difiere de las dos componentes de esta trilogía (The boy from Vietnam y The story of Woo Viet) pues la historia se desarrolla en Vietnam y en sus esfuerzos por conseguir una plaza en ese barco y poder escapar de su realidad. Ninguno de los protagonistas llegan a Hong Kong. El personaje de Andy Lau, primer papel en su gran carrera cinematográfica, será traicionado por sus mismos compatriotas y verá el fin de sus días en ese mismo barco que tanto ansiaba tomar, y los niños, por los que tanto se preocupa el fotógrafo, si tendrán un pequeño hueco en un barco pero Ann Hui subraya ese futuro incierto congelando sus imágenes en el final del metraje, sin concederles la llegada a su nueva tierra.

Boat people está basada en testimonios reales. La autora, durante la investigación, se reunió con varios refugiados, y encontró un valioso manuscrito escrito por un periodista japonés titulado: Letter uncle Wah. Escrito como un diario de una adolescente, narraba como la liberación de Vietnam no había cambiado el nivel de vida de sus jóvenes. Quizá el fotógrafo con su sentimentalismo se acercaba al lado más tierno de la vida de la niña del diario, pero la dura realidad hacía imposible un final de cuento de hadas.

Pero Boat people, que fue un gran éxito de taquilla, no trajo la realidad sociela como único eje del debate. Muchos críticos han señalado que la película respondía a una metáfora de Hong Kong y su grado de indefensión y de orfandad hacia el mañana. Es decir, hacia el traspaso de Hong Kong a la China comunista. En realidad la película, que fue prohibida en China, estaba inmersa en un momento social –el hongkonés- en el que la incertidumbre reinaba en cualquier manifestación social o artística, pero la directora dejó claro que Boat people respondía a un problema humano que alcanzaba la escala de político.
Más allá de modas cinematográficas, como la que se ha denominado “el ciclo de 1980” en donde triunfaban películas como El año en que vivimos peligrosamente, Boat people matizaba rotundamente el contexto y ponía a los personajes en un futuro nada esclarecedor. La película legitimaba la memoria histórica al mismo tiempo que exponía la situación de una forma ajena a cualquier tipo de proselitismo. El mensaje último, dicho por el comandante Nyugen, ese militar melancólico que vivía anclado en sus vivencias en París, bien podía ser este: “se ha ganado la revolución, pero la revolución ha ganado a las personas”.

No hay comentarios: