lunes, 9 de marzo de 2009

El rey de los niños de Chen Kaige: “A partir de ahora no copies nada”






La llamada Quinta Generación de directores chinos vio la luz a finales de los años ochenta y se dio a conocer en el mundo gracias a los festivales internacionales que sirvieron de escaparate para un grupo de cineastas, formados en la Escuela Oficial de Cine de Pekín, que alejados de prejuicios ideológicos quisieron ser una nueva ola que se acercara a las premisas del cine occidental, mejor dicho, que mostrase lo que muchas veces el cine occidental quería premiar. ¿Fue construida la quinta generación desde occidente? Afirmar esto sería devaluar la obra original de unos directores como Chen Kaige o Zhang Yimou que apostaron por el realismo del desgaste de la Revolución Cultural. Un realismo teñido de humanismo y de expresionismo que, matizado con una fotografía descarnada, abandonó el estudio para presentar un paisaje rural envuelto en drama con el afán de satisfacer los nuevos gustos del público.
Chen Kaige, uno de los integrantes más célebres de la Quinta Generación, combinó la aridez de sus elementos formales con bellas metáforas visuales. Su primera película, la polémica Tierra Amarilla, es una de sus obras que junto a Sorgo rojo de Zhang Yimou, definen la Quinta Generación, pero hay otras obras menos conocidas que también nos pueden ayudar a profundizar sobre el cine de este momento histórico.
El rey de los niños, una de las películas más redondas- desde mi punto de vista- de Chen Kaige es un magnífico ejemplo sobre el que nos podemos deleitar.



El rey de los niños, rodada en el año 1987, y con el telón de fondo de la Revolución Cultural, narra las experiencias de Luogan, un joven asignado a una brigada de trabajo, que es propuesto para desempeñar el cargo de maestro en una alejada aldea entre las montañas.

La película fusiona poesía y reflexión. Poesía por sus bellísimos planos en los que el paisaje toma protagonismo, donde el cielo enmarca casi toda la pantalla y los personajes parecen pequeñas motas de vida bajo su descomunal presencia. Y reflexión, por la propia experiencia del joven Luogan. Confuso e indeciso por su escasa formación, pero con un impuso ético que le hará experimentar el verdadero aprendizaje pasa por dotar al alumno la libertad de pensamiento, en vez del estudio por repetición.
Luogan se nos presenta, en un primer momento, con la mirada asustada del que se sabe que no tiene suficientes nociones para enseñar. La precariedad de medios, elemento realista que Kaige subraya en la historia, aumenta su desconcierto. La dificultad de esta cruzada, en la que se ve metida este muchacho por el simple hecho de haber estudiado unos meses en la universidad, no hace sino resaltar su carisma.
Luogan mira escéptico los dos únicos utensilios que tiene para dar sus clases: una pizarra y un diccionario. Asombrado ante el método memorístico-repetitivo del que se valen sus alumnos para adquirir el conocimiento, intentará algo que hasta ahora parecía imposible: enseñarles a pensar.

El diccionario representa la metáfora del relato. Su manera de servirse de él para dar las clases, representa la inteligencia y la sensibilidad del profesor,, y cuando éste tiene que abandonar a su clase por mandato del Partido, Luogan le regala el diccionario a su alumno más preparado. Un alumno que simboliza el brote de esperanza de una futura nueva sociedad y el camino hacia el mañana.
Cuando el profesor le entrega el diccionario a su alumno lo acompaña con una nota clarividente. “ A partir de ahora no copies nada”.

Es paradójico que la persona que le “enseña a enseñar” a Luogan no sea el Partido, ni sus métodos arcaicos, sino un alumno motivado y con deseos de mirar hacia un futuro mejor. Kaige nos muestra un país anclado en la herencia feudal y en el analfabetismo rural, donde el alumno, posiblemente recorrerá un camino, pero donde el profesor ya lo está recorriendo. El hecho de hacer frente a sus limitaciones con una extraordinaria actitud moral es un brote que la Quinta generación quiso hacerse eco. La motivación y el entusiasmo de una sola persona puede hacer sombra a toda la labor de un Partido.

El rey de los niños es una película de cuando la Quinta Generación era la Quinta Generación, y no quiero que se me entienda esto como crítica, pues es lógico la evolución y deseos de experimentar en la obra de cualquier director. Pero a veces echamos de menos esa mirada pura, sencilla e inclusive descarnada, de las primeras películas de Zhang Yimou o Chen Kaige. Echamos de menos más películas como El rey de los niños.

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