lunes, 2 de marzo de 2009

Una bala en la cabeza de John Woo: su mirada más pesimista.



Aunque la obra de un director se enmarque en el cine taquillero y de fácil consumo, éste siempre acaba mostrando, en algún momento de su filmografía, su mirada más personal y simbólica. Pongamos un ejemplo: el John Woo más efectista y comercial también supo hacer un alto en su carrera y, sin alejarse plenamente de sus fórmulas, se embarcó en un proyecto atípico en la cinematografía hongkonesa de esos años (en pleno auge del heroic bloodshed o derramamiento de sangre heroico) que aunaba la crudeza con la violencia, y la crítica social con los horrores de una década.
Su personal e intimista película, Una bala en la cabeza, nos aporta una cara de Woo que hasta ese momento desconocíamos. Alejado de las imposiciones comerciales que le imponía el contrato con Tsui Hark, Woo se lanzó de lleno a planificar una de sus obras más originales, en la que redujo su virtuosismo habitual y se volcó de lleno en una película dura y antibelicista.
Tanto creía Woo en su proyecto que creó una nueva productora, La John Woo Productions, única y exclusivamente para rodar su película. El resultado en las taquillas fue desalentador, el público no respondió a su intento, pero Una bala en la cabeza siempre será recordada como un de las grandes películas de Woo, como un melodrama que derivó hacia una acción ultraviolenta.


La historia de tres amigos, originarios de Hong Kong, y de su huída a Vietman, en su deseo de labrarse un futuro mejor, es la excusa con la Woo se vale para empezar su particular fresco contemporáneo de la excolonia y derivar en un ambiente bélico tan conocido como la Guerra del Vietnam.
Woo nos presenta una primera parte, situada en el año 1967, con un Hong Kong en ebullición. Todavía bajo el régimen británico, la ciudad de Hong Kong transita entre huelgas convulsas, gritos pro-comunistas y carreras de protesta. Ante esto, tres amigos, de nuevo Woo enmarca uno de sus temas habituales la amistad y la lealtad como telón de fondo, deciden huir de este escenario y situarse en otro peor. Desde el primer momento en que ponen un pie en Vietnam los tres conocerán los horrores y la crueldad de la guerra.

La violencia, otra de las constantes de su filmografía, irá en aumento a medida que nos vamos introduciendo en el film. Una violencia exterior propia de la guerra y otra surgida desde el ser humano. La amistad será traicionada y uno de los tres amigos demostrará como. de pronto, puede surgir la furia y la deslealtad que toda persona puede llevar dentro.
Woo se vale de sus mismas fórmulas efectistas para mostrarnos esa violencia (recordemos The killer o A better tomorrow), con las famosas orgías de tiros, los festines de explosivos y las coreografías balísticas, pero esta vez – y de ahí la crítica social que se le asocia a esta película- es una violencia que sitúa a los personajes en el infierno y al final de la cinta no los saca de él. Esta vez el honor y la amistad con los que el heroic bloodshed redime a sus héroes no tienen cabida. Ahora la realidad traspasa el muro del cine escapista y se tiñe de una crudeza que impide la catarsis de sus protagonistas.
Todos ellos perderán la inocencia inicial de la película, sus ansias de volar se irán transformando en una lucha por la supervivencia tan atroz que para algunos no merece la pena seguir viviendo. Sus primeras palabras: “Somos huérfanos. Queremos ser pájaros y volar para ver un mundo mejor” se transforman en sangre, heridas y locura. Para uno de ellos (Waise Lee) la huída a Vietnam significa la búsqueda de la fortuna pero la ambición le corrompe y llega hasta la traición. Para los otros dos (Jacky Cheung y Tony Leung Chi Wai), Vietnam reforzará sus vínculos fraternales y tras la locura de Cheung a causa de Lee, Leung culminará la venganza por la deslealtad. Por tanto, en una película donde reina la violencia y los personajes no tienen salida, Woo se atreve a corromper lo más sagrado: la amistad fraternal.

¿Estamos pues ante la mirada más pesimista del director? Quizá el hecho de estar rodada en el año 1990, un año después de los sucesos de Tiannamen, nos pueda ayudar a entender el momento crucial de consternación y amargura. Aunque, no nos confundamos, la película tampoco puede ser vista bajo el prisma del realismo. Woo siempre será Woo y su cine siempre responderá a sus coordenadas con ese montaje tan característico que alterna la cámara lenta, para recrear la acción, con las pautas del cine del “derramamiento de sangre heroico”. Los personajes tampoco están matizados pues los protagonistas se pierden en el maniqueísmo del bien y el mal sin encontrar un término medio para justificar sus acciones por el contexto en el que están incluidos.

No obstante, este retrato de los sueños rotos de la juventud, de la traición de la amistad, de los horrores de la guerra, no fue valorado por los espectadores que deseosos de encontrarse con un cine de evasión dieron la espalda al Woo más realista y pesimista. No sabemos si fue por este hecho puntual, aunque algo tendría que ver, pero poco quedaba de la estancia de John Woo en Hong Kong, tras esta película hizo las maletas y saltó a Hollywood. De su feliz regreso estamos expectantes por su última película- Red Cliff, un clásico de su literatura y de su cine, y por su próximo estreno en nuestras pantallas.

1 comentario:

Chris W. Gray dijo...

Saludos!

Primero de todo, decir que hoy descubrí tu blog [buscando info sobre "Needing you", de To] y me ha gustado mucho, te iré leyendo.

Sobre la película en concreto: Hace tiempo que la vi por primera vez, pero gracias al análisis [sociocultural], la entiendo mejor. Las otras películas hongkonesas de Woo que he visto, especialmente las protagonizadas por Chow Yun-fat, siempre tienen un espacio para el humor. Y si ya hablamos de "Un ladrón es...", pues infinitamente más.

Es una pena que se marchase a los States, en el camino perdió mucho a mi parecer.

Un beso!