Hoy en día, Dante Lam, es uno de los directores que mejor combinan la acción, el suspense y el entretenimiento, inclusive cuando se aproxima al negro con tintes de comedia. Una combinación que, por desgracia, parece tener un vacío en la cinematografía hongkonesa hasta el extremo de preguntarnos: ¿por qué el thriller comercial no está ligado con la calidad?
Afortunadamente Lam, con una de sus últimas películas: The beast Stalker, demuestra cómo un producto dirigido para el gran público, puede ser un cóctel en el que sus ingredientes (acción, suspense, y entretenimiento), tienen la calidad necesaria para ser considerada una buena película que, además, hunde sus raíces en lo mejor y más característico del cine de la excolonia.
No en vano las primeras películas de Dante Lam, bajo la producción de su gran amigo Gordon Chan, estaban ligadas con un subgénero denominado: cop soap opera, películas que aunaban la vida privada de un grupo de policías que patrullaban por las calles de Hong Kong, con las escenas de acción más espectaculares propias de su género.
The beast Stalker refleja la evolución que ha sufrido el cine de Dante Lam, y por ende el cine de Hong Kong en estos diez años. La primera película de Lam: Option Zero, una cop soap opera como la hemos señalado, se nutría de una trama con tintes folletinescos, pero de una sólida acción. En realidad Lam no estaba sino siguiendo los pasos de Gordon Chan que parecía haber marcado un punto de inflexión en el cine hongkonés con Final Option, una cinta que aunaba el trabajo de la policía con las relaciones personales de sus miembros. El protagonismo de la vida privada, la cotidianidad de sus héroes, tomaba el relevo de unos policías superhéroes tocados por el estigma del heroic bloodshed.
Tras Option Zero, Dante Lam y Gordon Chan continuaron confiando en esta fórmula, al mismo tiempo que acentuaron la fuerza del guión, al mostrar con gran verismo una crónica “tragicómica” de un grupo de policías y sus relaciones con la tríada. Beast cops fue el gran espaldarazo para Lam y significó el comienzo de una línea que culmina con The beast Stalker: la profundidad de los personajes, o lo que es lo mismo, el olvido de los tintes irónicos e incluso cómicos, para adentrarse en unos personajes atormentados cuyas acciones del pasado les ata a un presente cargado de culpa, a una existencia vacía e irracional.
Sin llegar a mostrar el pathos humano de una manera tan verista y cruel como lo hace Soi Cheung en Dog bit dog (véase entrada en este blog), Lam se adentra en un mundo oscuro movido por personajes que han perdido la luz, donde la tortura de su “yo”, y la ayuda a aquellos que han hecho daño, son los únicos alicientes para seguir viviendo.
La única pega que se le puede poner es que, a pesar de su buena delineación, algunos de sus protagonistas rayan el estereotipo, o adolecen de frialdad (sin ir más el lejos la madre de las gemelas). Por ello, quizá Lam haya elegido matizar a sus personajes con la doble tortura: la psíquica y la física -que avanza según llegamos a la resolución de la historia- para que ese línea que separa el rechazo y la comprensión tenga, a su vez un doble motivo: el corporal y el espiritual, y se haga cada vez más opaca.
Desde el primer fotograma Lam rechaza el maniqueísmo y no nos muestra conductas esperadas sino emociones como consecuencias de sus errores.
La historia se abre con una espectacular escena de acción que se cierra con un estrepitoso choque de vehículos. Lo que en un principio nos parece azar pasa, posteriormente, a ser el destino fatídico que enreda a los tres personajes principales implicados en la colisión.
Nicolas Tse encarna al sargento Tong que, en consecuencia de la persecución inicial, hiere mortalmente a una niña escondida en el maletero de un coche. Sus remordimientos serán tales que necesite contactar con su hermana gemela para servirle de protector. La madre de las niñas, a su vez la abogada que lleva el caso de Cheung, el delincuente que escondió a su fallecida hija en el maletero, sólo vive para encerrarle entre rejas. Y a Hung (un magnífico Nick Cheung en el papel de villano por el que recibió este año el H.K Film Award al mejor actor) es el encargado de secuestrar a la única hija que le queda a la abogada para chantajearla. (Imagen cedida por M.M Díaz. Entrada de Nick Cheung a la gala H.K Film Award 2008)
La película, aparte de estar construida, sobre personajes sólidos, se adereza con otra serie de condimentos: para empezar – y siguiendo la estela de las citadas cop soap operas- la ciudad de Hong Kong aparece como un personaje más. La dura historia se mueve al ritmo de los tranvías de la excolonia, pasea por sus calles a golpe de luces de neón y de callejuelas típicas donde se esconden despiadados secuestradores.
Por otro lado, el duelo entre actores alcanza aquí grandes cotas. No cabe duda que Nicolas Tse ya ha alcanzado la madurez que se venía venir desde sus primeros trabajos, y Nick Cheung, un actor que se mueve a gusto entre personajes ambiguos, ha recibido el reconocimiento de la academia. En papeles donde es fácil caer en la sobreactuación ambos están comedidos dando réplicas justas y brillantes.
Y, por último una vez más hemos de reconocerle a Lam su gran labor artesanal. En esta ocasión, en un alarde de técnica, ha optado por la cámara en mano para dar un mayor efecto de realismo, necesario para la historia que nos quiere contar.
Es cierto que, como se dice en la película, “la policía primero te destroza y luego te ayuda”, y Dante Lam nos lo cuenta desde el ámbito comercial pero sin descuidar la acción, la interpretación y el entretenimiento. Y eso, por mucho que algunos le achaquen un final efectista, es de agradecer.
Afortunadamente Lam, con una de sus últimas películas: The beast Stalker, demuestra cómo un producto dirigido para el gran público, puede ser un cóctel en el que sus ingredientes (acción, suspense, y entretenimiento), tienen la calidad necesaria para ser considerada una buena película que, además, hunde sus raíces en lo mejor y más característico del cine de la excolonia.
No en vano las primeras películas de Dante Lam, bajo la producción de su gran amigo Gordon Chan, estaban ligadas con un subgénero denominado: cop soap opera, películas que aunaban la vida privada de un grupo de policías que patrullaban por las calles de Hong Kong, con las escenas de acción más espectaculares propias de su género.
The beast Stalker refleja la evolución que ha sufrido el cine de Dante Lam, y por ende el cine de Hong Kong en estos diez años. La primera película de Lam: Option Zero, una cop soap opera como la hemos señalado, se nutría de una trama con tintes folletinescos, pero de una sólida acción. En realidad Lam no estaba sino siguiendo los pasos de Gordon Chan que parecía haber marcado un punto de inflexión en el cine hongkonés con Final Option, una cinta que aunaba el trabajo de la policía con las relaciones personales de sus miembros. El protagonismo de la vida privada, la cotidianidad de sus héroes, tomaba el relevo de unos policías superhéroes tocados por el estigma del heroic bloodshed.
Tras Option Zero, Dante Lam y Gordon Chan continuaron confiando en esta fórmula, al mismo tiempo que acentuaron la fuerza del guión, al mostrar con gran verismo una crónica “tragicómica” de un grupo de policías y sus relaciones con la tríada. Beast cops fue el gran espaldarazo para Lam y significó el comienzo de una línea que culmina con The beast Stalker: la profundidad de los personajes, o lo que es lo mismo, el olvido de los tintes irónicos e incluso cómicos, para adentrarse en unos personajes atormentados cuyas acciones del pasado les ata a un presente cargado de culpa, a una existencia vacía e irracional.
Sin llegar a mostrar el pathos humano de una manera tan verista y cruel como lo hace Soi Cheung en Dog bit dog (véase entrada en este blog), Lam se adentra en un mundo oscuro movido por personajes que han perdido la luz, donde la tortura de su “yo”, y la ayuda a aquellos que han hecho daño, son los únicos alicientes para seguir viviendo.
La única pega que se le puede poner es que, a pesar de su buena delineación, algunos de sus protagonistas rayan el estereotipo, o adolecen de frialdad (sin ir más el lejos la madre de las gemelas). Por ello, quizá Lam haya elegido matizar a sus personajes con la doble tortura: la psíquica y la física -que avanza según llegamos a la resolución de la historia- para que ese línea que separa el rechazo y la comprensión tenga, a su vez un doble motivo: el corporal y el espiritual, y se haga cada vez más opaca.
Desde el primer fotograma Lam rechaza el maniqueísmo y no nos muestra conductas esperadas sino emociones como consecuencias de sus errores.
La historia se abre con una espectacular escena de acción que se cierra con un estrepitoso choque de vehículos. Lo que en un principio nos parece azar pasa, posteriormente, a ser el destino fatídico que enreda a los tres personajes principales implicados en la colisión.
Nicolas Tse encarna al sargento Tong que, en consecuencia de la persecución inicial, hiere mortalmente a una niña escondida en el maletero de un coche. Sus remordimientos serán tales que necesite contactar con su hermana gemela para servirle de protector. La madre de las niñas, a su vez la abogada que lleva el caso de Cheung, el delincuente que escondió a su fallecida hija en el maletero, sólo vive para encerrarle entre rejas. Y a Hung (un magnífico Nick Cheung en el papel de villano por el que recibió este año el H.K Film Award al mejor actor) es el encargado de secuestrar a la única hija que le queda a la abogada para chantajearla. (Imagen cedida por M.M Díaz. Entrada de Nick Cheung a la gala H.K Film Award 2008)
La película, aparte de estar construida, sobre personajes sólidos, se adereza con otra serie de condimentos: para empezar – y siguiendo la estela de las citadas cop soap operas- la ciudad de Hong Kong aparece como un personaje más. La dura historia se mueve al ritmo de los tranvías de la excolonia, pasea por sus calles a golpe de luces de neón y de callejuelas típicas donde se esconden despiadados secuestradores.
Por otro lado, el duelo entre actores alcanza aquí grandes cotas. No cabe duda que Nicolas Tse ya ha alcanzado la madurez que se venía venir desde sus primeros trabajos, y Nick Cheung, un actor que se mueve a gusto entre personajes ambiguos, ha recibido el reconocimiento de la academia. En papeles donde es fácil caer en la sobreactuación ambos están comedidos dando réplicas justas y brillantes.
Y, por último una vez más hemos de reconocerle a Lam su gran labor artesanal. En esta ocasión, en un alarde de técnica, ha optado por la cámara en mano para dar un mayor efecto de realismo, necesario para la historia que nos quiere contar.
Es cierto que, como se dice en la película, “la policía primero te destroza y luego te ayuda”, y Dante Lam nos lo cuenta desde el ámbito comercial pero sin descuidar la acción, la interpretación y el entretenimiento. Y eso, por mucho que algunos le achaquen un final efectista, es de agradecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario