domingo, 10 de mayo de 2009

Metade Fumaca de Riley Yip: los viejos recuerdos que se evaporan




Si delineamos un subgénero, dentro del cine negro hongkonés, y lo denominamos “cine de tríadas”, el año 1999- sin lugar a dudas- fue uno de los más activos e interesantes de toda su historia. En este año Johnnie To estrenaba su magnífica The Mission que redefinía las pautas heredadas del heroic bloodshed, Clarence Folk se hundía en esos mismos convencionalismos de la edad dorada con The Hong Kong Triad, mientras que Benny Chan viraba hacia la audiencia más joven con su taquillera Gen X cops. Aún con este abanico todavía quedaba tiempo para que los dos Yip: Wilson y Riley, crearan sendos ejemplos de thriller íntimo y personal. Bullets over the summer, del primero, y Metade Fumaca, del segundo nos devolvían la fe en un cine que huía de tópicos al aproximarse, concienzudamente, a pequeños trozos de realidad cargados de sentimiento y autenticidad. Al parecer la moda de la tríada glamourosa de Andrew Lau con su saga Young and Dangerous se estaba dejando al margen.
De Bullets over the summer ya hemos hablado en este blog (ver entrada Wilson Yip: un viaje a través de los sentimientos), es por tanto el momento de detenernos en esta pequeña joya titulada Metade Fumaca.



Metade Fumaca, son dos palabras en portugués que se traducen como “ a medio fumar”, y hacen referencia a la mitad de un cigarro que guarda el personaje de Eric Tsang en su pitillera. Un cigarrillo a medio fumar que, a través de recuerdos y de anhelos, exhala una historia que contar. La historia pertenece a Leopardo (Eric Tsang) un antiguo miembro de la tríada que ha pasado sus últimos treinta años en Brasil. Su regreso a Hong Kong esta inducido por la venganza hacia su mayor rival, Nueve dragones, por robarle a una mujer y por traicionar y robar a su tríada.
Smoky (Nicolas Tse), “miembro autónomo” de la tríada conocerá casualmente a Leopardo y le ayudará en su plan de venganza contra Nueve dragones.

Pero lo que comienza como la unión de dos pseudo-miembros de la mafia se ira transformando en una relación paterno-filial compuesta por dos personas de nobles sentimientos. Con Leopardo y Smoky se dan cita dos generaciones, dos momentos en la historia de la tríada que desencadena en un mismo punto: la mafia no es un mundo tan fascinante. Leopardo narra su pasado, al igual que el personaje de Anthony Wong, desde la añoranza de los tiempos pasados, esos tiempos en que los machetes eran tan grandes y las luchas tan férreas que uno se podía enfrentar hasta con cien rivales. Esos tiempos en que los códigos de honor entre bandas se respetaban y cada miembro sabía donde actuar. Somky, el cual se define como autónomo, le reprocha a Leopardo sus alardes haciéndole ver que todo recuerdo lleva impresa la magia de la juventud.
No obstante el joven, que desconoce quien fue su padre, ve en Leopardo lo más parecido a su figura, y comienza así un viaje por las calles y los lugares de Kowloon en busca de la particular historia de amor y venganza de su nuevo amigo.

Metade Fumaca trae una frescura inusual en el subgénero de tríadas. Para empezar la música que utiliza, por los años trascurridos en Brasil, se basa en ritmos cariocas intercalados con el tecno más contemporáneo. Curiosamente las canciones aderezan la vitalidad de sus tonos con el drama más amargo de su desenlace.
Por otro lado Leopardo y Smoky pasean por un Hong Kong lleno de luz. A diferencia de las grandes películas de tríadas, pues gran parte de ellas se desarrollan en la noche, en Metade Fumaca – gracias a la labor de Peter Pau- se fotografían sus calles con una claridad especial, y hasta las luces de neon de Mongok parecen diferentes.
Pero sobre todo decimos que la película trae una frescura muy particular por desmitificar la tríada. No olvidemos que estamos ante un producto de la U.F.O (que aportó un cambio en los guiones haciéndolos más originales y profundos), y es lógico que mediante la ironía se atreva a jugar con sus códigos: ¿un asesino que se olvida de su pistola?, ¿un mafiosillo enamorado platónicamente de una policía?, ¿una leyenda, la de Leopardo y Nueve dragones, que en el fondo no es más que una pelea entre dos carniceros (con la acepción, en este caso, de dos personas que tienen un puesto en el mercado) por una chica?, ¿una jefa de un grupo de tríadas (Sandra Ng) que en vez de una pistola o un machete lleva un libro entre sus manos?
Recordemos que la productora U.F.O siempre ha sabido ironizar y hacer travesuras con los códigos.

Pero si algo tiene el protagonismo en Metade Fumaca es el recuerdo, la memoria de Leopardo que se encuentra perdida en el tiempo. Refugiado en Brasil evoca a la femme fatale como el gran amor de su vida. Smoky no cree en eso recuerdos, y cuando se entera de la verdad, ya ha creado un vínculo tan fuerte con Leopardo que no le importa los desvaríos de su protegido.
Leopardo llega a un Hong Kong desfasado para él. Lo primero que ve son estragos de la globalización con la macdonalización de su sociedad. Por ello se aferra a las canciones de Teresa Teng, icono musical de sesenta, como deseo de unirse a una identidad perdida.
Los recuerdos han golpeado durante tanto tiempo a Leopardo que paulatinamente los está perdiendo. El momento de mayor clima dramático se subraya con la confesión a Smoky de su enfermedad. Leopardo al final termina ese cigarrillo que tenía a medias y Riley Yip concluye su historia con la imagen de la policía sonriendo al joven Smoky ¿un nuevo cigarrillo que se empieza a fumar?Yip nos ofrece un hermoso, fresco y duro paseo por la memoria, la fraternidad y por la ilusión de las pasiones perdidas, y lo concluye con la presencia del entendimiento y del amor.

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