La semana pasada Derek Yee con su película Viva Erótica nos enfrentaba a las dos maneras, siempre moviéndonos en términos simplistas, de ver el cine: el cine de autor frente al cine comercial. Yee lo ejemplificó abiertamente dando nombres y apellidos: Wong Kar Wai frente a Wong Jing. La figura de Kar Wai ha sido tratada, desde el respeto y la admiración en este blog, pero Wong Jing – a pesar de ser uno de los directores más prolíficos de su cinematografía- todavía no ha tenido su espacio aún a pesar de su controvertida carrera llena de elogios y críticas.
Wong Jing es sinónimo de cine comercial realizado por y para el público. Su cine se sustenta en dos pilares: popularidad y entretenimiento. Sus comienzos como guionista se sitúan en la televisión hasta que en los años setenta culminó con su marcha a la emblemática productora Shaw Brothers.
El éxito le fue llegando paulatinamente hasta que comprendió que el filón se encontraba en la búsqueda de la taquilla, por ello se centró en un cine comercial afianzado por las grandes estrellas pop, y en las producciones en masa en las que muchas veces su equipo alternaba varios rodajes a la vez. Wong Jing fue consolidando un cine de comedias fáciles, de thrillers eróticos, de películas de tríadas no sofisticadas... que combinaban rasgos melodramáticos con los gags más absurdos y delirantes.
En las décadas de los ochenta y los noventa triunfó con este tipo de cinematografía que desconocía lo que era la novedosa posmodernidad. Un cine de historias excéntricas, muchas veces sin coherencia narrativa, pero que fiel a su lema arrasaban en la taquilla.
God of gamblers es un buen reflejo de este momento. Un cine escapista que desencadenó una moda y que nos sirve como ejemplo para comprender como funcionaba el cine popular hongkonés de estos años.
El año en el que se estrenó God of gamblers fue 1989. Hong Kong miraba asombrada, al igual que el resto del mundo, hacia los hechos acaecidos en la plaza de Tianammen. Por otro lado la excolonia convivía con la emigración masiva a su isla, y debía pelearse diariamente con el desempleo y con un alto índice delictivo.
En este contexto directores como Wong Jing apostaron por un cine escapista, de historias banales en donde no asomase ningún atisbo reflexión. Se produjeron películas que cerraban los ojos a las transformaciones sociales y políticas. Para eso ya estaba la Primera Ola del cine hongkonés, o figuras como Peter Chan que más que tranquilizar- de ahí la intención escapista de Wong Jing- motivaban al espectador a pensar.
Jing abordó God of gamblers desde esta perspectiva. Una historia de jugadores de cartas que sirviese para evadirse de la realidad. La producción se construyó en torno a dos de las grandes estrellas del star-system hongkonés: Chow Yun Fat en el papel de sofisticado jugador y Andy Lau un joven sin oficio ni beneficio que deseaba ganarse la vida en el mundo de las apuestas.
La historia comienza con Chow Yun Fat ejerciendo de rey de los jugadores. Su fama de ganador rompe fronteras y no hay ningún jugador que consiga ganarle. Por azares del destino sufre un gran golpe en la cabeza que le hace perder la memoria y le devuelve a sus años de infancia. Andy lau, apostante de poca monta, le acogerá en su casa y se hará cargo de él hasta que recupere su memoria y se vengue de las acciones acontecidas en su ausencia.
Estamos ante una historia sencilla, de personajes maniqueos, que combina humor y drama y en la que no hay cabida para el acento moralista. Son personajes que no buscan el esfuerzo intelectual para alcanzar su riqueza, ni siquiera el físico, son “héroes” a los que el azar, o las trampas, les da la posibilidad de ser ricos. Son historias que escapan de una realidad y que mediante la comedia ofrecen otra realidad alternativa: el deseo de alcanzar la riqueza mediante el juego.
Así, el personaje de Andy Lau (Knife) no quiere vivir de su trabajo, sino de sus apuestas. El dios de los jugadores le enseña que con un poco de suerte se puede tener la oportunidad de ser rico.
¿Es ese el mensaje que necesitaba en esos momentos Hong Kong? Es posible que el escapismo sea necesario siempre que haya otras vías que complementen esas ideas.
La película generó una moda de secuelas denominada gambling movies. Su éxito radicó en el eclecticismo genérico propio del cine hongkonés de estos años. La comedia protagonizaba la parte en la que Chow Yun Fat perdía la memoria y retrocedía a la edad de un niño. Las escenas con Yun Fat rodeado de globos y pidiendo chocolate frente a un Andy Lau protector y maduro, representaban el gag hilarante del cine cantones, y en cambio, sus escenas de acción, cuando Chow Yun Fat recuperaba la memoria y exigía venganza, nos insertaban en un heroic bloodshed sanguinario y brutal.
La fórmula de God of gamblers se puede resumir en: acción, comedia, y melodrama con el mayor aroma comercial que ha conocido el cine de la excolonia.
Quizá por ello cuando a Wong Jing le preguntaron si conocía el cine posmoderno él contestase: “...yo no sé nada sobre eso que llaman posmodernismo...”, pero si sabe parodiarlo pues en una de sus películas, Whatever you want, nos habla de un director llamado Wong Jing Wai (en clara alusión a Kar Wai) que hacía películas eternas por lo que debía utilizar el avance rápido del video para verlas.
Aquí tenemos una muestra del sarcasmo de Wong Jing hacia el cine de autor que, según su discurso, no consigue captar al gran público
Muy acertadamente Stephen Teo ha comentado que su cine puede estar cercano a un pop-posmodernismo, como muestra de una modalidad perversa que “ridiculiza” al posmodernismo de los grandes maestros. Ese es, sin lugar a dudas, Wong Jing.
Wong Jing es sinónimo de cine comercial realizado por y para el público. Su cine se sustenta en dos pilares: popularidad y entretenimiento. Sus comienzos como guionista se sitúan en la televisión hasta que en los años setenta culminó con su marcha a la emblemática productora Shaw Brothers.
El éxito le fue llegando paulatinamente hasta que comprendió que el filón se encontraba en la búsqueda de la taquilla, por ello se centró en un cine comercial afianzado por las grandes estrellas pop, y en las producciones en masa en las que muchas veces su equipo alternaba varios rodajes a la vez. Wong Jing fue consolidando un cine de comedias fáciles, de thrillers eróticos, de películas de tríadas no sofisticadas... que combinaban rasgos melodramáticos con los gags más absurdos y delirantes.
En las décadas de los ochenta y los noventa triunfó con este tipo de cinematografía que desconocía lo que era la novedosa posmodernidad. Un cine de historias excéntricas, muchas veces sin coherencia narrativa, pero que fiel a su lema arrasaban en la taquilla.
God of gamblers es un buen reflejo de este momento. Un cine escapista que desencadenó una moda y que nos sirve como ejemplo para comprender como funcionaba el cine popular hongkonés de estos años.
El año en el que se estrenó God of gamblers fue 1989. Hong Kong miraba asombrada, al igual que el resto del mundo, hacia los hechos acaecidos en la plaza de Tianammen. Por otro lado la excolonia convivía con la emigración masiva a su isla, y debía pelearse diariamente con el desempleo y con un alto índice delictivo.
En este contexto directores como Wong Jing apostaron por un cine escapista, de historias banales en donde no asomase ningún atisbo reflexión. Se produjeron películas que cerraban los ojos a las transformaciones sociales y políticas. Para eso ya estaba la Primera Ola del cine hongkonés, o figuras como Peter Chan que más que tranquilizar- de ahí la intención escapista de Wong Jing- motivaban al espectador a pensar.
Jing abordó God of gamblers desde esta perspectiva. Una historia de jugadores de cartas que sirviese para evadirse de la realidad. La producción se construyó en torno a dos de las grandes estrellas del star-system hongkonés: Chow Yun Fat en el papel de sofisticado jugador y Andy Lau un joven sin oficio ni beneficio que deseaba ganarse la vida en el mundo de las apuestas.
La historia comienza con Chow Yun Fat ejerciendo de rey de los jugadores. Su fama de ganador rompe fronteras y no hay ningún jugador que consiga ganarle. Por azares del destino sufre un gran golpe en la cabeza que le hace perder la memoria y le devuelve a sus años de infancia. Andy lau, apostante de poca monta, le acogerá en su casa y se hará cargo de él hasta que recupere su memoria y se vengue de las acciones acontecidas en su ausencia.
Estamos ante una historia sencilla, de personajes maniqueos, que combina humor y drama y en la que no hay cabida para el acento moralista. Son personajes que no buscan el esfuerzo intelectual para alcanzar su riqueza, ni siquiera el físico, son “héroes” a los que el azar, o las trampas, les da la posibilidad de ser ricos. Son historias que escapan de una realidad y que mediante la comedia ofrecen otra realidad alternativa: el deseo de alcanzar la riqueza mediante el juego.
Así, el personaje de Andy Lau (Knife) no quiere vivir de su trabajo, sino de sus apuestas. El dios de los jugadores le enseña que con un poco de suerte se puede tener la oportunidad de ser rico.
¿Es ese el mensaje que necesitaba en esos momentos Hong Kong? Es posible que el escapismo sea necesario siempre que haya otras vías que complementen esas ideas.
La película generó una moda de secuelas denominada gambling movies. Su éxito radicó en el eclecticismo genérico propio del cine hongkonés de estos años. La comedia protagonizaba la parte en la que Chow Yun Fat perdía la memoria y retrocedía a la edad de un niño. Las escenas con Yun Fat rodeado de globos y pidiendo chocolate frente a un Andy Lau protector y maduro, representaban el gag hilarante del cine cantones, y en cambio, sus escenas de acción, cuando Chow Yun Fat recuperaba la memoria y exigía venganza, nos insertaban en un heroic bloodshed sanguinario y brutal.
La fórmula de God of gamblers se puede resumir en: acción, comedia, y melodrama con el mayor aroma comercial que ha conocido el cine de la excolonia.
Quizá por ello cuando a Wong Jing le preguntaron si conocía el cine posmoderno él contestase: “...yo no sé nada sobre eso que llaman posmodernismo...”, pero si sabe parodiarlo pues en una de sus películas, Whatever you want, nos habla de un director llamado Wong Jing Wai (en clara alusión a Kar Wai) que hacía películas eternas por lo que debía utilizar el avance rápido del video para verlas.
Aquí tenemos una muestra del sarcasmo de Wong Jing hacia el cine de autor que, según su discurso, no consigue captar al gran público
Muy acertadamente Stephen Teo ha comentado que su cine puede estar cercano a un pop-posmodernismo, como muestra de una modalidad perversa que “ridiculiza” al posmodernismo de los grandes maestros. Ese es, sin lugar a dudas, Wong Jing.
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