domingo, 27 de septiembre de 2009

Cops and robbers de Alex Cheung: ¿jugamos a policías y ladrones?






La televisión, a finales de los setenta, se convirtió en un hervidero de nuevos talentos. Las series que cada día llegaban a miles de espectadores comenzaron a tejer un soporte sustentado por directores, que tras cursar muchos de ellos estudios en occidente, regresaron a su Hong Kong natal ávidos de nuevas temáticas y de novedosos procedimientos narrativos. A finales de los setenta, y sobre todo en la década de los ochenta, muchos de ellos dieron el salto a la pantalla grande originando un Primera Ola en el panorama cultural de la excolonia.
Dentro de este grupo debemos citar a Ann Hui, Tsui Hark, Jacob Cheung, o Alex Cheung director que nos ocupa.
Cheung procede de los seriales policiales de la época. El drama que le lanzó a la fama fue la mítica serie C.I.D donde ya se percibía sus inquietudes como director. Un estilo enérgico acompañado de un montaje muy ágil y la exposición de la auténtica realidad de las calles de Hong Kong hizo que no le importase situar su cámara en una ciudad degradante emplazándola a ras del suelo para introducirnos en su corrupción.
Antes de conseguir su oportunidad televisiva Cheung participó en un concurso de cine experimental organizado por la Federación de Estudiantes de Hong Kong (HKFS) llevándose tres de los cinco premios. Curiosamente los otros dos fueron repartidos por Huang Guo-Shao y por un jovencísimo John Woo.
Con estos antecedentes era lógico que su primera película, Cops and robbers se enmarcara en ese contexto donde su efectismo radicaba en la exposición de una realidad teñida por una desinhibida violencia.



Cuando Alex Cheung quiso llevar a la pantalla esta historia de policías y ladrones se encontró con bastantes obstáculos. El más importante pasaba por obtener dinero para su financiación. Una película que descarnaba a la sociedad hongkonesa y que cuestionaba la poca confianza que tenía el ciudadano medio en la policía, era difícil que fuese acogida por una de las grandes productoras. El mérito hay que concedérselo a una incipiente productora, la Pearl City Ltd, que sin caracterizarse por un género en concreto se quiso alejar de las propuestas de la Shaw Brothers, en plena decadencia, y la Golden Harverst que dominaba el mercado en ese momento.
El artífice de esta apuesta fue el rockero Teddy Robin, un cantante muy famoso en la década de los ochenta que empezó su trayectoria en los sesenta.
Tras reservarse las canciones de la película y un pequeño cameo como solista en uno de los lugares de copas en los que se reunía la policía, su empeño hizo que la creación de Alex Cheung tomase cuerpo.

Precisamente la voz de Teddy Robin abre la película con una canción sensiblera que nos sitúa en la inocencia de unos niños que juegan a policías y ladrones. Un simple juego de azar divide a estos niños en dos bandos: el de los buenos y el de los malos. Son niños que comparten una misma sociedad, una deteriorada y difícil barriada, y unos grandes deseos de diversión pero aleatoriamente el juego, como metáfora de la vida, les ha dividido en dos bandos. Pero lo que es un inocente juego acaba en una violenta pelea donde la ley del más fuerte desea acampar en su microcosmos.

El mundo de los niños a menudo es un fiel reflejo del de los mayores y la vida demuestra cómo una cuestión de azar puede convertir a un mismo hombre en policía o en un ladrón con tintes psicóticos. Así, el padre de uno de esos niños es un valiente policía que le sirve a Cheung para representar a un grupo de policías aguerridos, con grandes dosis del deber pero con efectos letales en sus acciones. La policía que nos subraya el director es esa que primero dispara y luego pregunta.
Por otro lado, el malvado psicópata, comienza este juego en el bando de los buenos pero su deseo de ingresar en la policía se ve truncado por el defecto de su mirada extrávica. Tras ser rechazado del cuerpo, la ubicación en el bando del mal será inmediata acompaña por un fuerte deseo de venganza.

Descrito así parece que la obra de Cheung se mueve entre un claro maniqueísmo donde los buenos son muy buenos y los malos excesivamente crueles. No faltamos a la verdad si decimos que en parte dicho maniqueísmo es palpable, pero existen algunos elementos que dulcifican esa línea tan marcada entre el bien y el mal. Uno, que ya hemos mencionado, es la utilización de métodos poco ortodoxos por parte de la policía, y otro – cercano a los postulados de la Primera Ola- es la propia realidad y el alto grado de violencia de la sociedad de los años ochenta. Los policías y los ladrones se mueven entre olas de violencia que la ficción enmarca, heredera de su estilo sensacionalista televisivo, pero que en ningún momento nos sirve para obviar su trasfondo de cruel verdad.

Es decir, esta mezcla de melodrama y acción en la historia, no maquilla una violencia palpable en su sociedad. Cheung la muestra sin tapujos y sin sombras. Años más tarde la influencia de Cops and robbers ha sido reconocida por directores como John Woo o Ringo Lam, que sí optaron por enmascarar la realidad bajo los postulados del heroic bloodshed.
Pero para llegar a esa edad dorada de los ochenta fue imprescindible que la Primera Ola hiciese acto de presencia y mostrarse a su sociedad tal cual era, con temáticas contemporáneas y con un claro deseo de abordarla como un complejo de múltiples aristas.

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