domingo, 14 de marzo de 2010

A tree in Tanjung Malim de Tan Chu Mui: el árbol de la vida














Al margen de contadas producciones que nos llegan esporádicamente, el cine del sudeste asiático es uno de los más grandes desconocidos para el público occidental. Y de todos estos países quizá sea Malasia una de las voces que menos se ha exportado. Esto no quita para que fijemos la vista hacia su cine, y más en concreto, hacia sus producciones independientes que por su interés y su novedad no nos dejan indiferentes.
El nuevo cine de Malasia se ha ido gestando a partir de movimientos, la primera ola surgió en los ochenta y de su estela fueron naciendo subgrupos generacionales que aportaron un mayor afán de experimentación.
Tan Chui Mui, joven directora del panorama malayo, es parte del grupo del llamado movimiento “Video Digital” por su descubrimientos técnicos en este campo.
Un grupo formado por un grupo de amigos que a mitad de los noventa, y sin ánimo de enfrentarse con el cine comercial de su país, experimentaron en los guiones y en la estética, modelando un nuevo cine iconoclasta con ecos melancólicos y humanos.
Tan Chui Mui estudió dirección y cine de animación y entre sus trabajos cuenta con el de guionista, productora, editora y, ocasionalmente, actriz. Pieza indiscutible del cine independiente de Malasia comenzó su carrera con pequeños pasos, como el corto A tree in Tanjung Malim, hasta conseguir realizar su primer largometraje, All love conquers, un tenso drama basado en la dificultad de las relaciones humanas.



Con frecuencia la diferencia de edad suele ser un obstáculo en las relaciones. La dificultad de equilibrar dos carreras, una que empieza y se acompaña de la valentía y la ilusión, con otra que se mantiene a flote a través de la experiencia y el desgaste, suele conllevar profundas conversaciones que apuntan dos estilos de comprender la existencia. Más aún si él tiene treinta y cuatro años y ella está apunto de cumplir dieciocho y han pasado por una relación sentimental.

Esta es la historia de nuestros protagonistas. Una historia basada en las palabras, pero sobre todo cimentada en sus silencios. La directora necesita de tan sólo veintiséis minutos para hablar de los recuerdos del amor y de la pérdida de las oportunidades.
La película se abre con una muchacha paseando delante de una parada de autobús, junto a ella hay un árbol, no es muy grande, pero parece un superviviente del paisaje urbano. El árbol, siempre en actitud de espera permanece junto a ella. Pero ese no es el árbol que sirve de metáfora para la historia porque el árbol del que más tarde hablará la chica el espectador nunca lo conseguirá ver ¿o quizá si?

A esa parada viene a recogerla un chico mayor que ella. Sus primeras palabras se asemejan a las de un padre que sermonea a su hija. A pesar de la diferencia de edad ellos se encuentran a gusto y hablan de muchos temas: del amor, de la familia, del trabajo y hasta de libros. Por su cumpleaños él le regala a ella una edición de Middlemarch (George Eliot), quintaesencia de la novela victoriana que enmarca a unos personajes que ocultan lo que realmente quieren hacer y decir.
Quizá por ello él no tenga el valor suficiente para hablar a ella de sentimientos y se refugie en las canciones para expresar sus palabras. Cuando él canta elige estas frases: “...Si pudiera despertar para encontrarte a mi lado, pero aguardaré sabiendo que no estás triste...”. Y cuando a ella le llega la réplica, sin mirarle por miedo a que se ría, canta: “...El cielo es azul y ahora estoy sola...”
¿No están cantando algo que no se atreven a decir, no hay un abismo entre lo que se canta y a la vez se oculta con palabras, como en los personajes de Middlemarch?
Ellos pasean mientras la noche se va cerrando y los la ciudad va apagando sus luces. En ese deambular su conversación pasa a un nivel más profundo y parecen quitase el velo. Ahora hablan con frases más directas, ella dice: “...¿te enamoraste de mi alguna vez?..”, y él contesta “...es mi desgracia haberte conocido...”
Él se cuestiona su existencia y su lugar en el mundo, se siente perdido y por eso le insta a ella para que se busque y encuentre a sí misma.
Ella le cuenta que ha visto un árbol en el camino, cuando se pasó de parada y se encontró en medio de la nada ( el futuro-lo desconocido). Un árbol con unas hojas blancas que parecían servilletas que caían. Ella se detuvo y contempló ese árbol y vio belleza, por eso le dice: “...aunque no pueda llegar adonde quiera ir igual veré belleza...”
Él ya ha dejado de ver ese árbol hace muchos años, a su árbol ya se le han caído todas las hojas. ¿Él podrá volver a ver ese árbol?, o por el contrario ¿ella dejará de encontrarlo hermoso? ¿Consigue el espectador ver ese árbol?
Tan Chui Mui habla más con los silencios, las imágenes, y las metáforas que con las propias palabras. La cámara encuadra a los protagonistas en planos fijos, que subrayan la melancolía y la estética contemplativa de la historia, y la conversación se enriquece con los ecos de la noche. A tree in Tanjung Malim se sitúa a medio camino entre la esperanza y el desaliento.

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