domingo, 3 de octubre de 2010

The Conman 1999 de Wong Jing: comedia, acción y drama a expensas de la taquilla






De todos es sabido que Wong Jing es uno de los directores más criticados dentro del panorama cinematográfico hongkonés. Sus producciones, basadas a partir de los gustos locales, y su manera de entender el cine bajo la premisa de películas fáciles y de consumo rápido, no han dejado indiferentes a la mayoría de los analistas.
Si bien es verdad que la simplicidad y la rapidez en los rodajes constituyes el modus operandi de este director, no por ello debemos de obviar una realidad que se cae por su propio peso: a finales de los años ochenta Wong Jing era el rey de las taquillas. Las causas de tal “imperio” podemos entenderlas o “justificarlas” en base a dos grandes pilares: por un lado el acento en los gustos locales acompañado por la presencia en la pantalla de las grandes stars hongkonesas, y por otro el estudio de las condiciones de mercado con la clara intención de exportar sus productos, contando - como punto neurálgico del mercado asiático- con Taiwán.
Wong Jing siempre se ha vanagloriado de la rapidez en su modo de trabajar. Se considera un director eficaz por el simple de hecho de tener el record de películas realizadas en un año. En palabras suyas afirma que “…no sabe nada de eso que llaman posmodernismo…” y por tanto su fórmula repite los convencionalismos del cine tradicional fusionando, cómo sólo él sabe hacerlo, la comedia – más bien parodia-, la acción y el drama.
The Conman es una muestra de su cine más comercial, y está respaldada por una de las estrellas más populares del star-sytem hongkonés: Andy Lau.

La película The Conman surgió a raíz del éxito de la saga de los jugadores que en su día encandiló a miles de hongkoneses: God of gamblers (Véase http://http//hongkongpasion.blogspot.com/2009/06/god-of-gamblers-de-wong-jing-yo-no-se.htmle-wong-jing-yo-no-se.html) y por tanto no se apartó de la fórmula ganadora de su predecesora. Mucho duelo de cartas, acción en su justa medida y una historia personal cargada de drama con el fin de empatizar con el espectador.
Pero con lo que Wong Jing no contó es que el tiempo pasa y las modas en la taquilla se renuevan a una velocidad vertiginosa. Lo que antes significaba un éxito arrollador diez años después no se puede salvar ni siquiera con el gran tirón de Andy Lau. Las historias de jugadores parecen haber quedado en un punto determinado en la historia del cine de la excolonia y, como tantas veces le sucede a Wong Jing, no pudo repetir su éxito.
Andy Lau es King un jugador, y no un gánster como se preocupa de recalcar en la película, que vive por y para jugar. Los duelos con los mejores rivales es lo único que le motiva en la vida, dejando a un lado a su mujer y al niño que van a tener. Wong carga el acento dramático en la historia pues debido a un altercado acabará sus días en la prisión donde se esforzará por aprender y por renacer. Una vez fuera intentará recuperar a su familia pero el drama vuelve a aflorar y se dará cuenta de todo lo que ha perdido. No obstante con la ayuda de un joven Nick Cheung, con el que ejercerá la labor de maestro, recuperará parte de sus ilusiones y se volverá a enfrentar a sus duelos de carta con el trasfondo de la estafa y el engaño.
Y precisamente son en las escenas de cartas donde sale el Wong Jing más gamberro y alocado. Ya lo había dicho en varias ocasiones: “… las escenas que más me divierten hacer son las de cartas…” y quizá por ello el punto culmen de la historia lo sitúa en el gran duelo final con Andy Lau y el rey de Macao. Para llevar a cabo su estafa, Wong Jing construye un entramado donde participan jugadores y que tiene como telón de fondo las pantallas de televisión que emiten un partido del mundial de futbol entre Francia y Brasil. Para amañar el resultado en tiempo real deben grabar su timo también a tiempo real, y quizá sea en a publicidad del partido donde el director, que se permite el lujo de salir en pleno centro de las bromas, realice con más acierto su particular sentido del humor.

Sin lugar a dudas a Wong Jing le gusta jugar con los cameos y los guiños, inclusive podemos decir que este aspecto es uno de las pocas señales de identidad que tiene su filmografía, pues es uno de los directores que menos sello tiene, aquí tenemos –por tanto- uno de los inconvenientes de servir fielmente a la taquilla. En Comnan Andy Lau va con Nicky Cheung a un karaoke y se ríe al escuchar como Cheung elige una canción de las más famosas de su repertorio real como rey del pop. Ejemplo que nos sirve, una vez más, para señalar hasta que punto Wong Jing “explota” a sus estrellas y se basa en los gustos locales para dar al público lo que quiere ver.
La película se mueve entre la comedia, la acción y el drama pero no a partes iguales. En esta ocasión Wong Jing decide apostar por el drama, desarrollar una mínima acción y poner a la comedia como punto final para dejar un buen sabor de boca. El público manda y por él hace películas de ahí que podamos entender sus palabras: “…el día más importante para mí no es el primer día de rodaje, es el día de la inauguración. Si al público le gusta mi película es que he hecho bien mi trabajo…” Quizá por ello Jing sea uno de los directores a los que la audiencia le responde con su más alta fidelidad.

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