lunes, 18 de octubre de 2010

Longest summer de Fruit Chan: reflexión, intimismo e incertidumbre tras la devolución de Hong Kong a China







El nuevo cine independiente hongkonés, después de los logros y la experimentación de la Primera y Segunda Ola de directores ubicados en los márgenes de los convencionalismos, ocupa un espacio muy limitado dentro de su panorama artístico. No obstante al hablar del actual cine independiente los nombres de Fruit Chan, y en menor medida Nelson Yu, Stanley Tam o Mathew Tang tienen que ser mencionados a la hora de afrontar su realidad cinematográfica en los límites de las leyes de mercado y de las grandes productoras.
Directores que han recogido el testigo de aquellos otros independientes que en los ochenta (Primera Ola del cine hongkonés) y los noventa (Segunda Ola) diseccionaron su mirada bajo coordenadas reflexivas, intimistas y sobre todo individuales. Directores que forzosamente enmarcaron sus historias en el contexto de la devolución de la colonia inglesa a la China continental, bajo el peso del pasado y la incertidumbre en el futuro.
Entre ellos Fruit Chan afronta su cine bajo esta estela al mismo tiempo que enfatiza en una crítica social e irónica no amparada bajo etiquetas morales preestablecidas. Chan es el ejemplo perfecto para demostrar cómo un director puede exponer con éxito sus códigos allí donde los grandes estudios se encuentran maniatados.
En concreto sus primeras películas: Made in Hong Kong y Longest summer fueron producidas por su amigo y megaestrella Andy Lau que en los noventa fundó la compañía Teamdreams.


El sentimiento de desamparo de la sociedad hongkonesa ante la “tan temida” devolución de la colonia a China, es uno de los hilos conductores de la filmografía de Fruit Chan. Ya lo vimos en su magnífica ópera prima Made in Hong Kong(http://hongkongpasion.blogspot.com/search/label/Made%20in%20Hong%20Kong%20de%20Fruit%20Chan)donde a través de un retrato realista e inteligente de la marginalidad de la juventud hongkonesa que nos presentaba la desorientación y el desarraigo de unos muchachos que deambulan por una sociedad que había perdido sus referentes y busca desesperadamente su identidad.

El propio Chan afirma que el sentimiento de desamparo fue el que le incitó a hacer esta película y el que abonó el camino para su segundo largometraje: Longest summer, realizada en el año 1998 y en la que –irónicamente- adquieren protagonismo un grupo de soldados en paro, abandonados por el gobierno británico y desamparados por el nuevo régimen hongkonés.
La película expone los días siguientes a la disolución del cuerpo militar británico en la excolonia y se centra en la figura de Tony Ho un exmiembro del ejército que se queda sin empleo por ese cambio de poderes.
Los fuegos artificiales que en el cielo explotaban de júbilo por la devolución de la colonia, le sirven al director como alegoría para hacernos entender que las alturas, muchas veces, no coinciden con la realidad de la superficie. La alegría de las celebraciones se ve apagada por crudo entorno de muchos de sus ciudadanos que se veían arrastrados a la deriva por una sociedad que les privaba de su identidad.

Y es esa es la realidad de Tony Ho que tras quedarse sin trabajo comienza a coquetear con la tríada, a la que pertenece su hermano, y planea junto con sus antiguos compañeros el robo a un banco. Sin embargo las cosas no salen como esperaba y el grupo se hunde aún más en una situación de desconcierto y desesperanza.
Este grupo de hombres va evolucionando hacia una disolución moral que les aproxima a la implantación de una autarquía propia de las sociedades que se encuentran en la búsqueda de su identidad. La alternativa que nos propone el director – pasar de servir al ejército a planificar un robo- no deja de ser cuanto menos irónica, e inclusive surrealista, pero no por ello no refleja un toque de atención reflexivo hacia ese momento histórico.
Ese último verano, en el que Hong Kong dejaba de ser colonia inglesa para pertenecer a la China continental, y un grupo de hombres se empeñan en construir una nueva vida bajo los acordes de la desilusión y la desorientación.

Las películas de Fruit Chan necesitan de espectadores capaces de enfrentarse a sus códigos, basados en la reflexión y en el intimismo, y que a través de una mezcla de suspense, comedia ácida, ironía, drama personal y crítica social nos presentan un retrato inteligente, certero y, sobre todo, compasivo, de sus personajes.
Longest Summer es un magnífico documento para analizar las sensaciones de los ciudadanos hongkoneses después de la histórica fecha de junio de 1997. La película está inserta en una trilogía que exponía esa misma coyuntura en distintos estratos. Así, Made in Hong Kong nos acercaba a la juventud y su nihilismo ante el desamparo social, en Longest summer hemos visto su reflexión desde algo tan específico y directo como un grupo de soldados pertenecientes a las filas del exejército británico, y en Little Leung ese transición se vivía a través de los ojos de un niño y de su familia.

Por ello en Longest summer el director no se preocupa por mostrarnos el heroísmo romántico de estos hombres, sino que ahonda en la heroicidad entendida como supervivencia .En palabras de Fruit Chan “…la vida es indudablemente complicada…” y por ello explora ese otro Hong Kong alejado del glamour de sus pantallas.
Chan siempre se ha enfrentado a las realidades más ásperas y con Longest Summer nos apostilla que “…en mis películas Hong Kong es un espacio conflictivo de la supervivencia personal…” De ahí que sus protagonistas sean personas corrientes, confusas pero también frustradas. Exsoldados que ahora planean asaltar bancos, tal como reflexiona el director: “…llevar la lógica al límite del disparate es la manera más segura de ser realista…”

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