lunes, 19 de octubre de 2009

The assassin de Billy Chung: “... la época de la dinastía Ming fue un tiempo de asesinos...”








Las primeras películas de Billy Chung se movían entre el deseo de hacer un cine de género y el estigma de los bajos presupuestos. Ayudado por el actor y guionista Simon Loui (véase Escape from Hong Kong island de Simon Loui: una radiografía de Hong Kong a través de la sátira ) y el también guionista Chung Shing Yuen, Billy Chung se fue creando su propio espacio en el cine hongkonés compuesto a partir de películas de acción, muchas de ella catalogadas como Categoría III (exclusivamente para adultos), con héroes desorientados que perdían su felicidad en el pasado y proyectaban un futuro incierto en base a sus relaciones rotas y a su desesperación matizada, en muchas ocasiones, por una complejidad psicológica. Películas como Love to kill, o Trust me U die, abrieron un camino llevando a su punto álgido con Shiver un thriller psicológico que ahonda en la confusión del héroe y en su infelicidad.
Aunque mucho antes de comenzar este camino Chung dirigió una película que, quizá aún sin saberlo, le guiaría por su particular estela. Nos referimos a The assassin, en el año 1993, que aunaba las películas propias de género de estos años con la violencia más explícita y más sangrienta. The assassin fue un wuxia que no dejó indiferente a nadie y que por esta, y otras muchas razones, debe estar presente en cualquier antología que se realice sobre este género. Un filme sombrío que combina el horror con la acción más caballeresca.


The assassin está basada en la novela original de Whan Shuion, es decir en esta película todavía no había conocido a su tandem de guionistas habituales por lo que la historia, quizá, esté falta de una mayor profundidad en los personajes. No obstante Chung se enfrentó por primera con un cine de género, en este caso un wuxia, y lo hizo con un tono tremendamente sombrío acompasado por el escaso capital que disponía para su producción.

La historia, ubicada en la época de la dinastía Ming, se centraba en una pareja de jóvenes a los que les tenía prohibido su amor. En un intento de fuga son prendidos por los aldeanos y Tong (nuestro protagonista) es recluido en una prisión donde sufre las más crueles torturas, hasta el extremo de que sus párpados son cosidos con aguja e hilo. Obviamente estamos en una película calificada como Categoría III y el director no omite ninguna imagen de tan bárbaro martirio.
Tras superar las pruebas, y superarse a sí mismo, el único camino hacia la libertad pasa por luchar a muerte con el resto de prisioneros con el fin de llegar a ser el mejor asesino. Tong se convierte, así, en el asesino jefe y sus atisbos de libertad se ven truncados cuando pasa a pertenecer a un malvado eunuco.
El nuevo líder de los asesinos se negará a realizar una misión encargada por su despiadado amo y no aceptará la decapitación de un niño, desterrándose en un pueblo agrícola donde se reencontrará con su amada, que ha rehecho su vida, y esta de nuevo casada.
Será en este remanso de paz cuando Tong recobre su “yo” y recupere la sensación de felicidad, pero tras él irá un nuevo asesino que no ha sentido la necesidad de experimentar un cambio y que acepta el poder del eunuco como único referente posible.

La lucha entre ambos asesinos reproduce un duelo que nos trae los ecos de la magnífica La novia del cabello blanco de Ronny Yu. No debemos olvidar que The Assassin es un producto típico de su época que se une a la moda de la “acción fantástica” que en ese momento llenaba las salas. Pero lo más llamativo de esta película es que Billy Chung une a la fórmula característica del género: compuesta por fantásticas coreografías (rodadas con el ritmo vertiginosos, pero también con el ralentí preparado para detenerse en los primerísimos planos de los rostros) y el uso del cable para el rodaje de la acción; un nuevo elemento como fue el exceso de sangre y de violencia.

Chung se recrea en la tortura, quizá como elemento estructural de la historia, quizá como seña idiosincrásica del cine que quería desarrollar. En la historia prevalece la matanza de los enemigos por encima de la protección del país o el hogar, y los asesinos representan la imagen del temor en un pueblo acostumbrado a sus acciones. Pero al mismo tiempo que nos presenta la cruenta violencia como un eje de realidad, se aleja de ese mismo verismo al crear una atmósfera de fantasía que enmarca la historia en una especie de leyenda. De ahí que tanto la paleta de colores (basadas en el rojo y en el azul tan características de la época), los decorados, e inclusive el vestuario – con esa atroz peluca que lleva el actor Zhang Yang , nos enfrenten a una paradoja que expone la mayor fidelidad en las torturas y se aleje de la realidad en todo lo relativo a la ambientación.

Posibles paradojas al margen The Assassin es fiel a su época, sobre todo es fiel a sus presupuestos y aún más fiel al reclamo de una taquilla que en esos años pedía simplemente diversión y entretenimiento. Aunque aquí nos podemos adentrar en otro debate ¿se debe considerar a la Categoría III un entretenimiento? ¿o no es más que una perversión del género? La respuesta, al igual que el visionado de estas películas, siempre estará en la elección del espectador.

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