domingo, 25 de abril de 2010

After our exile de Patrick Tam: “...por favor no te lleves mi rayo de sol...”













Tras quince años de ausencia, Patrick Tam regresó al cine de Hong Kong de la mano de un género que él conocía muy bien, el drama social, con After our exile.
Antes de esto dio, como muchos de sus coetáneos, sus primeros pasos en la televisión local donde experimentó con el lenguaje visual jugando con la narración, el montaje y los colores. Por todo ello Tam fue incluido en el “movimiento” generacional de jóvenes directores conocido como la Primera Ola del cine hongkonés.
En su paso a la gran pantalla, quizá sea su película Nomad la más reconocida y alabada, pero sería injusto no mencionar otras obras de igual importancia como My heart is eternal rose, o su trabajo conjunto como editor de las primeras obras de Wong Kar Way (Days being wild) o Ashes of time (véase Ashes of time redux de Wong Kar Wai : “cuanto más intentas olvidar...mayor es el recuerdo” ...), así como su colaboración en la edición de Election del gran Johnnie To.
Con After our exiled retoma las particularidades del drama social a través de una historia sencilla, con muy pocos personajes, que narra el conflicto emocional entre un padre y un hijo. Personajes con identidades y emociones confusas que exploran su realidad a medio camino entre el cariño y la desolación. Personajes que se adentran en la montaña rusa de las emociones y que experimentan un largo exilio en busca de un futuro mejor.



Tam no sorprende con una historia sencilla, pero extremadamente compleja en cuánto a sentimientos se refiere. La historia comienza con el sueño premonitorio de Lok , hijo de Lin y de Shing ( con un Aarón Kown en un claro estado de madurez interpretativa).
En él Lok comparte un paseo en bicicleta con su padre y mientras se aferra a su cintura sonríe feliz por ese momento de paz, pero tras un traspiés ambos caen al suelo y el chico se despierta sobresaltado. ¿Tan poco dura la felicidad?
Parece que así es porque en esa misma mañana el hijo va a vivir un episodio, del que parece acostumbrado, la madre intenta huir de su casa cansada del maltrato psicológico, e inclusive físico que le da su marido.
Y aunque en esa ocasión no lo consiga, el papel maternal pronto va quedar relegado al abandono, centrándose la historia en la difícil relación entre un padre y un hijo.

¿Qué puede existir después de creer en una persona y concederla una y otra vez demasiadas oportunidades? ¿Qué puede quedar en una pareja que ya no puede convivir? Para empezar, el desequilibrio de las emociones que son plasmadas en la inocencia de su hijo. La madre escoge un futuro mejor en compañía de otro hombre que le dará comodidades y estabilidad, pero también le quitará a Lok, y al padre no le quedará más remedio que convivir con su hijo, sin tener aptitudes como tal, convirtiendo sus existencias en una amalgama de emociones con las tonalidades de la ira, la frustración, el amor, y la supervivencia.

Aún a pesar del enjambre de sentimientos y acciones de los personajes, pues sobrecoge de manera muy especial las clases que le da el padre a su hijo para que entre en las casas a robar, Patick Tam no juzga a sus protagonistas y, simplemente, expone su particular exilio hacia un futuro mejor. Como muy bien señala el director: “...si esta película toca el corazón espero que no sea por un exceso de sentimientos, sino por ser un experiencia reflexiva que perdure en el espectador...” Por ello After our exile es una película efectiva, pero efectista. Nos muestra el conflicto existencial de un perdedor que se tiene que hacer cargo de su hijo, y los sentimientos están medidos con tal firmeza que la película nunca cae en el sentimentalismo.

Tanto el padre como el hijo se encaminan hacia un proceso de destrucción en su relación. La caída con la que soñó Lok parece tomar vida en el mundo real. Algunos críticos han visto en esta película la sombra de la complejidad patriarcal que parece haber vivido el propio director, y otros han ido más allá al trasladar la situación al Hong Kong anterior al año 1997, antes de la devolución a China, proyectando todos sus temores por la posible convulsa convivencia entre la excolonia y la China continental.

Pero, metáforas al margen ¿por qué Tam elige la noción de exilio como una de las pautas narrativas más interesantes en la película? Sin lugar a dudas todos los personajes de After our exile, a excepción de la madre que parece encontrar un camino, deambulan sin rumbo fijo por una especie de destierro. El propio director ha comentado que “...nuestra vida en la tierra es un exilio hasta llegar a nuestra “casa”...” Por ello Tam nos muestra cómo en esa viaje la memoria y los sentimientos son esenciales para encontrar tu nuevo destino. De ahí las imágenes finales en las que Lok, convertido ya en un muchacho de veinte años, regresa a su paisaje natal y se enfrenta con su nostalgia.
El hijo se sitúa de nuevo frente a su padre pero, al no utilizar Tam el primer plano, el espectador no sabe a ciencia cierta si es el padre o no. Si no es el padre, el hijo evoca sus recuerdos, pero ¿y si lo es?, ¿podemos hablar de reencuentro?
Las palabras del director aclaran, parcialmente, nuestros interrogantes: “...si existe reconciliación o no, eso no me corresponde a mi responder, le corresponde a los personajes. Si el hijo tiene un profundo amor o resentimiento hacia su padre, eso es algo que nunca podremos saber, pero lo que sí podemos augurar es que el hijo está experimentando una sensación de pérdida...”

Quizá por ello la única respuesta sincera que nos puede dar su director, con respecto a After our exile, es que los conflictos emocionales transitan por el devenir de un exilio y siempre permanecerán en uno mismo como reflejos de la frustración y de la nostalgia. La inocencia de la infancia recuerda canciones como la que abre la película: “... Por favor, no te lleves mi rayo de sol. Me haces feliz cuando el cielo está gris...” , pero los pasos en ese exilio trae otros recuerdos bien distintos.

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